Son ecosistemas de relevancia para la conservación, pero también son el soporte de las actividades humanas desde tiempos remotos. En La Rioja, los manantiales asociados a fallas fueron utilizados por pueblos originarios y permitieron el desarrollo de comunidades asociadas a la producción agrícola. El INTA confecciona un Protocolo de Buenas Prácticas en Humedales (BPH) para ofrecer información y herramientas para la toma de decisiones.
En el árido, el agua es un recurso vital. Allí donde el agua “surge de la tierra” los pueblos originarios y posteriormente los primeros colonos se asentaron para el desarrollo de su vida. Inicialmente a través de producciones de subsistencia y luego para su intercambio o comercialización. A pesar del paso de los años, estos oasis del árido continúan siendo el soporte de actividades humanas y de ecosistemas.
En la provincia de La Rioja se observan unos sistemas particulares, los humedales asociados a fallas, donde “el agua subterránea emerge o se encuentra tan cerca de la superficie, que con obras simples es posible captarla y conducirla para el uso humano”, comentó Roberto Esteban Miguel, investigador especialista en recursos hídricos de INTA EEA Chilecito.
Los manantiales de Aimogasta -localizados en Arauco y Talacán- así como los manantiales de Vichigasta son dos de las áreas más representativas de este tipo de sistemas en la provincia de La Rioja. “El término “gasta”, que significa “pueblo” en la lengua kakán -hablada por los originarios Diaguitas- evidencia la fuerte relación del hombre con estas áreas”, aclara el investigador.
El recurso hídrico erogado por estos manantiales está fuertemente asociado a la actividad agrícola tradicional, principalmente de vid, olivo, otros frutales y hortalizas, haciendo uso de importantes volúmenes de agua para riego. “Para explicar por qué el agua está allí y no en otro lugar es necesario conocer lo que ocurre en el subsuelo. La explicación tiene su vinculación con la geología estructural y las fallas que han permitido almacenar importantes volúmenes de agua sobre una base impermeable que, a su vez, debido a su inclinación hace de dique al flujo de agua subterránea”, detalló Miguel explicando con palabras simples la complejidad de lo que ocurre en el subsuelo.
En ese sentido, “este almacenamiento, junto con las pendientes del terreno, generan en áreas específicas la surgencia del agua y la posibilidad de su aprovechamiento, incluso a través de obras de arte de la hidráulica, como los Qanats, similares a los existentes en Irán y Marruecos, pero desconocidos y, consecuentemente, no valorados en nuestro país”.
Si estos frágiles sistemas no se estudian convenientemente, es posible que se efectúen intervenciones que los afecten negativamente. De acuerdo con Miguel, “el establecimiento de actividades productivas y públicas fuertemente extractivas aguas arriba (pozos de bombeo) y en inmediaciones de estos manantiales están poniendo en riesgo su integridad y la posibilidad de desarrollo de las comunidades tradicionales que basan sus producciones y formas de vida en estos humedales, como la cría de animales, la producción vitícola, olivícola y hortícola, mayormente asociada a la “agricultura familiar”.
En las buenas prácticas está la clave
“Desde INTA, y en el marco del Proyecto de Humedales, se realizan esfuerzos en comprender el funcionamiento de estos delicados sistemas y se está confeccionando un Protocolo de Buenas Prácticas en Humedales (BPH) con el fin de ofrecer, tanto a las autoridades de aplicación como a productores (aguas arriba y aguas debajo de los manantiales) y usuarios de campos comuneros, información y herramientas para la toma de decisiones en materia ambiental, productiva e hídrica” afirmó María Fabiana Navarro, investigadora del Instituto de Suelos y coordinadora del Proyecto “Producción y uso sostenible de humedales” del organismo.
Esta iniciativa de INTA complementa y contribuye con otros esfuerzos desarrollados por la Secretaria de Agricultura Familiar, Campesina e Indígena, la Universidad Nacional de Chilecito e instituciones gubernamentales del Estado Nacional y Provincial. “Es necesaria una visión global e integradora, al tiempo que una gestión y planificación del uso de este recurso que incluya a los distintos actores involucrados”, precisó Navarro.
De acuerdo con Navarro, “debemos alcanzar un balance entre la producción, la conservación de estos ecosistemas, promoviendo como instrumento para su alcance y seguimiento el uso de BPH”. Para ello resulta importante promover y apoyar las actividades productivas tradicionales e innovadoras. “No hay producción sin conservación, no hay producción sin productores, ni seguridad alimentaria sin producción”, puntualizó.
Miguel, por su parte, especificó que “en el área de Vichigasta se cuenta hoy con una Ley Provincial que declara el área aguas arriba de los humedales como zona de reserva de usos múltiples y tiene por objetivo proteger los recursos naturales de los campos comuneros y en particular, el área que almacena el agua que surge por los manantiales”. No obstante, “resulta perentorio delimitar legalmente el área de la reserva y definir los usos múltiples a mantener, desarrollar, evitar y restituir en pos de lograr el objetivo que la ley pretende”. Esto último no sólo es visibilizado por el profesional de INTA, sino por técnicos de otras instituciones y en particular por la comunidad que observa como el avance de algunas actividades amenaza la disponibilidad de agua en los manantiales, su calidad y por lo tanto la sostenibilidad del territorio.
Para concluir, los especialistas indicaron que “desde INTA estamos convencidos de que el esfuerzo interinstitucional junto con los saberes de los actores locales es clave para lograr la sostenibilidad de estos delicados sistemas y evitar su degradación o desaparición”. En ese marco, las BPH resultan una importante herramienta para mejorar la calidad de vida de los productores, hacer más eficiente la producción y proteger a los consumidores y al ambiente.