Los suelos son uno de los recursos naturales más esenciales y, al mismo tiempo, más subestimados del planeta. Sobre ellos se sustenta la producción agrícola, el ciclo hidrológico, la biodiversidad subterránea y el equilibrio climático. A pesar de ello, se calcula que más del 33 % de los suelos del mundo se encuentran degradados debido a la presión humana y a la falta de manejo sostenible.
Redacción Noticias de la Tierra
Funciones ecológicas del suelo
El suelo no es un material inerte, sino un sistema vivo compuesto por minerales, materia orgánica, agua, aire y una gran diversidad de organismos. Entre sus funciones clave se destacan:
- Producción de alimentos y biomasa: sostiene los cultivos agrícolas y forestales que alimentan a la humanidad.
- Almacenamiento de carbono: actúa como un gran sumidero, reteniendo más carbono que la atmósfera y la vegetación juntas.
- Filtración y regulación del agua: depura contaminantes y garantiza la recarga de acuíferos.
- Hábitat biológico: alberga bacterias, hongos, lombrices e invertebrados que regulan procesos de descomposición y fertilidad.
Amenazas actuales a los suelos
La degradación de los suelos adopta múltiples formas, muchas de ellas impulsadas por prácticas humanas insostenibles:
- Erosión hídrica y eólica: la pérdida de capa fértil limita la productividad agrícola.
- Salinización: resultado de riego inadecuado y exceso de fertilizantes.
- Compactación: causada por maquinaria pesada y sobrepastoreo, reduce la infiltración de agua y el crecimiento radicular.
- Contaminación química: pesticidas, metales pesados e hidrocarburos afectan la microbiota del suelo.
- Desertificación: fenómeno extremo que convierte suelos fértiles en áreas improductivas, especialmente en zonas áridas y semiáridas.
Según la FAO, cada cinco segundos se erosiona el equivalente a un campo de fútbol de suelo fértil, una tasa que supera con creces la capacidad natural de regeneración.
Innovaciones en manejo sostenible
La ciencia del suelo, o edafología, ha desarrollado estrategias para revertir y prevenir la degradación:
- Agricultura de conservación: mínima labranza, rotación de cultivos y cobertura vegetal permanente.
- Uso de biofertilizantes y compostaje: reduce la dependencia de insumos químicos y mejora la estructura del suelo.
- Reforestación y agroforestería: integran árboles en sistemas agrícolas, aumentando la resiliencia del suelo.
- Aplicación de biochar: carbón vegetal que mejora la retención de nutrientes y secuestra carbono a largo plazo.
- Monitoreo mediante sensores y teledetección: tecnologías que permiten mapear la humedad, salinidad y calidad del suelo en tiempo real.
Suelos y cambio climático
El papel del suelo en la regulación climática es fundamental. Almacena aproximadamente 2.500 gigatoneladas de carbono, frente a las 800 gigatoneladas presentes en la atmósfera. Una mala gestión puede liberar este carbono y agravar el efecto invernadero, mientras que prácticas regenerativas pueden contribuir a la mitigación climática.
El suelo es un recurso no renovable a escala humana: puede tardar cientos o miles de años en formarse apenas unos centímetros de capa fértil. Su cuidado es esencial para la seguridad alimentaria, la adaptación al cambio climático y la conservación de la biodiversidad. Reconocer su valor y adoptar prácticas sostenibles es una de las tareas más urgentes de nuestro tiempo.
