
Armando Alvares Garcia Júnior, UNIR – Universidad Internacional de La Rioja
En los últimos años, se ha intensificado notablemente la rivalidad geopolítica entre Estados Unidos, Rusia y China en las regiones polares. Aunque la competencia estratégica y militar es más visible en el Ártico, sus repercusiones se sienten también en la Antártida, donde los movimientos diplomáticos, científicos y logísticos de estas potencias alteran los equilibrios existentes y condicionan la gobernanza internacional.
De un modo o de otro, en la actualidad, la rivalidad polar está redefiniendo la seguridad, la economía y la proyección internacional de varios países, entre ellos España, un país que ha consolidado una presencia estratégica y de prestigio en el Polo Sur y que observa con atención los desafíos y oportunidades derivados de estas nuevas dinámicas geopolíticas.
España sobresale en la escena polar por su doble presencia científica y diplomática en la Antártida. Desde finales de los años ochenta, mantiene dos bases científicas permanentes: Juan Carlos I y Gabriel de Castilla, la primera en la Isla Livingston y la segunda en la Isla Decepción. Ambas forman parte de las denominadas islas Shetland del Sur, situándose entre los pocos Estados no ribereños (sin territorios fronterizos en la zona) con infraestructuras científicas operativas y continuas en el continente blanco.
Capacidad para mantener la paz
Esta capacidad ha permitido a España participar con voz y voto en las reuniones del Sistema del Tratado Antártico, cuyo marco legal –Tratado Antártico de 1959 y Protocolo de Madrid de 1991– ha sido esencial para preservar la región como espacio de paz, ciencia y cooperación internacional.
A través de sus equipos científicos y diplomáticos, el país ha impulsado iniciativas de conservación y protección ambiental. Por otra parte, las investigaciones españolas en biodiversidad, cambio climático y dinámica glacial han recibido reconocimiento internacional, impulsando tanto informes como políticas globales.
Esta trayectoria permite a España ejercer un liderazgo técnico y diplomático que se traduce en capacidad de influir en la elaboración de normas y en los debates sobre la protección y el uso sostenible de los recursos antárticos.
En la práctica, la carrera tecnológica y científica de estas potencias en el Ártico ha impulsado a China y Rusia a reforzar su infraestructura en la Antártida, multiplicando la construcción de nuevas bases, instalaciones logísticas y programas de investigación avanzada.
Al mismo tiempo, la tensión geopolítica incrementa la presión sobre el régimen jurídico antártico: Moscú y Pekín exploran vías para reinterpretar el Tratado y el Protocolo de Madrid, en parte inspirados por los movimientos de flexibilidad regulatoria observados en el Ártico.
La situación en el Ártico
No obstante, las dificultades para alcanzar amplios consensos en la gobernanza del Ártico replican también en las negociaciones antárticas, mermando la adopción de medidas para crear áreas marinas protegidas o reforzar la cooperación ambiental. En este contexto, España se enfrenta al reto de defender el principio de paz y ciencia frente a la tentación de explotar recursos y militarizar los espacios polares.
En el Ártico, la rivalidad entre Estados Unidos y Rusia se ha intensificado de manera evidente, con una creciente competencia militar y por el control de recursos y rutas marítimas. Al mismo tiempo, China ha ido consolidando su papel como actor relevante a través de la diplomacia científica y una estrecha colaboración con el gobierno de Putin, ampliando su influencia en la región.
Esta tríada está reconfigurando el mapa polar. Y aunque España no posee bases ni territorio en esa zona, los efectos son inmediatos: su deshielo abre nuevas rutas marítimas que afectan a los puertos y la economía azul española, y la variabilidad climática impacta en la pesca, el turismo y la seguridad alimentaria.
La participación española como Estado observador en el Consejo Ártico y en proyectos científicos internacionales facilita la anticipación y la adaptación, aunque el margen de acción es menor que en la Antártida.
Como Estado miembro de la Unión Europea, España se alinea con las estrategias comunitarias para la protección ambiental y la adaptación al cambio climático, como el Pacto Verde Europeo, reforzando su posición en los foros multilaterales y defendiendo la necesidad de una acción coordinada y sostenible en las regiones polares. Actúa como puente entre Europa, América Latina y otros países interesados en la gobernanza polar, promoviendo la cooperación y la defensa del interés común.
La singularidad de la presencia española en la Antártida, la excelencia científica y la voz diplomática sitúan a España como referente en la agenda polar internacional. Anticipar los escenarios de competencia y colaboración entre Estados Unidos, Rusia y China será clave para proteger los intereses nacionales, mitigar riesgos y aprovechar oportunidades en sectores estratégicos. Invertir en ciencia, diplomacia y cooperación internacional refuerza el liderazgo español y garantiza la defensa de los polos como espacios de paz y sostenibilidad.
La transformación de los polos tiene consecuencias directas para sectores estratégicos y para el bienestar de distintas sociedades. Un compromiso continuado de los gobiernos, la comunidad científica y la ciudadanía permitirá mantener la presencia activa de España en la gobernanza polar, aportando conocimiento y defendiendo los intereses nacionales en un contexto internacional cada vez más competitivo.
Armando Alvares Garcia Júnior, PDI. Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales, UNIR – Universidad Internacional de La Rioja
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
