Cuando escuchamos la palabra «desastre», solemos pensar en inundaciones, sequías o terremotos, fenómenos naturales. Pero lo que realmente convierte estos eventos en desastres es nuestra preparación para afrontarlos. Una inundación se convierte en un desastre cuando las personas carecen de vivienda segura, alertas tempranas o apoyo de emergencia.

por Olasunkanmi Habeeb Okunola
En otras palabras, los desastres a menudo nos muestran lo que falta en nuestra preparación. Sin embargo, con la creciente frecuencia de los fenómenos climáticos extremos y la creciente presión sobre las comunidades, los países no pueden permitirse el lujo de perder tiempo en la planificación ante desastres.
Llevo más de una década investigando la gobernanza del riesgo de desastres. Recientemente realicé un estudio sobre cómo cinco países africanos intentan reducir el impacto de los desastres: Kenia, Nigeria, Egipto, Namibia y la República Democrática del Congo (RDC).
Mi estudio evaluó cómo estos países están progresando hacia los objetivos de un acuerdo global llamado Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres , lanzado por las Naciones Unidas en 2015.
Uno de sus principales objetivos, la Prioridad 2 , se centra en mejorar la organización y la actuación de los países ante desastres. Esto implica tener responsabilidades claras, un liderazgo sólido y apoyo a las comunidades locales .
Revisé más de 400 políticas , leyes e informes gubernamentales para determinar qué medidas se están tomando para garantizar la seguridad de las personas antes, durante y después de los desastres. Me centré en cinco áreas clave: normas claras, acción local, inclusión, intercambio de información y vinculación de la planificación ante desastres con el desarrollo, para determinar qué funciona y dónde se necesita más progreso.
Descubrí que algunos de los países que revisé están avanzando en su preparación para desastres, pero otros aún enfrentan desafíos como la falta de claridad en las responsabilidades entre los diferentes niveles de gobierno y una coordinación deficiente. Estas brechas son importantes porque pueden ralentizar la ayuda cuando ocurren desastres y dejar a más personas en peligro.
¿Qué está funcionando?
Hay algunos avances alentadores. Kenia y Namibia han creado planes nacionales para orientar la respuesta ante desastres y los riesgos climáticos. Estos ayudan a aclarar qué ministerios, agencias y niveles de gobierno realizan qué y cómo se coordinan mejor las acciones. En Kenia, los condados también están demostrando un fuerte liderazgo local, asumiendo mayor responsabilidad en la planificación, coordinación y participación comunitaria ante desastres , lo que ayuda a acercar las soluciones a la población.
Namibia incluso ha establecido comités locales que involucran a las comunidades en la planificación. En ambos países, la labor de respuesta ante desastres está empezando a extenderse más allá de las capitales.
Nigeria también ha establecido agencias de desastres en diferentes niveles de gobierno. Si bien no siempre trabajan en perfecta sinergia, demuestran un creciente esfuerzo por actuar en múltiples frentes. Los grupos de la sociedad civil en Nigeria también desempeñan un papel importante, especialmente en zonas donde el apoyo gubernamental es limitado.
Egipto ha comenzado a incluir cuestiones relacionadas con desastres en sus planes nacionales de desarrollo. En la República Democrática del Congo, las alianzas internacionales contribuyen a la respuesta ante emergencias, especialmente en zonas afectadas por conflictos. Estos enfoques demuestran una creciente conciencia de la necesidad de una mejor planificación y apoyo.
Algunos de estos países también están mejorando la forma en que comparten información sobre riesgos. Kenia ha probado herramientas de alerta temprana para inundaciones, y Namibia ha tomado medidas para involucrar a las comunidades en la planificación de emergencias. Ambos países están intentando vincular la labor de respuesta a desastres con objetivos de desarrollo más amplios.
Todos son ejemplos prometedores del cambio de atención de la respuesta a la prevención, que no era tan prominente antes del Marco de Sendai.
Dónde quedan lagunas
Si bien la conciencia sobre los riesgos de desastres está aumentando, el progreso aún es desigual. En muchos lugares, no siempre está claro quién debe hacer qué antes y después de los desastres. Las responsabilidades entre los organismos nacionales y locales a veces se superponen o no están bien definidas, lo que puede generar confusión o retrasos.
Algunos países aún carecen de leyes o sistemas específicos para la gestión de desastres, lo que dificulta la colaboración entre diferentes sectores. En zonas afectadas por conflictos o inestabilidad prolongada, los servicios de emergencia locales suelen depender del apoyo internacional debido a años de inversión limitada en los sistemas nacionales.
Los equipos locales de respuesta ante desastres también suelen estar sobrecargados. Es posible que no cuenten con suficiente personal, capacitación o recursos para realizar su trabajo eficazmente. En algunos lugares, los sistemas de respuesta ante desastres aún se encuentran en etapas iniciales o no funcionan en absoluto.
Mi estudio reveló que las voces locales a menudo se omiten cuando se toman decisiones importantes. Si bien existen buenos ejemplos de participación comunitaria, muchos grupos, especialmente mujeres, jóvenes y residentes de asentamientos informales, quedan excluidos de las conversaciones sobre planificación y recuperación ante desastres.
Acceder a información útil sobre riesgos sigue siendo un gran desafío. En muchas regiones, los datos no solo están dispersos y desactualizados, sino que también se presentan de forma demasiado técnica o poco clara para que el público pueda actuar en consecuencia. Incluso donde los sistemas están mejorando, la gente sigue necesitando actualizaciones precisas y oportunas en formatos sencillos y fiables que puedan comprender y utilizar durante las emergencias.
Finalmente, el riesgo de desastres todavía se trata mayoritariamente como un asunto aparte. Idealmente, debería formar parte de las decisiones sobre vivienda, salud, educación y planificación. Sin embargo, en la práctica, estas áreas suelen funcionar de forma aislada. Los riesgos de desastres pueden mencionarse en los documentos de políticas, pero aún no influyen en las decisiones cotidianas. Por ejemplo, a veces se construyen nuevas viviendas en zonas conocidas por sus inundaciones, a pesar de que advertencias o informes de riesgo anteriores lo desaconsejaban.
Estos desafíos no restan valor al progreso que se ha logrado en todo el continente, pero sí muestran que se necesita más esfuerzo para construir sistemas que sean inclusivos, coordinados y basados en las realidades locales.
Mirando hacia el futuro
El marco se extenderá hasta 2030, lo que da a los gobiernos sólo unos pocos años para mejorar lo que no funciona e invertir en lo que sí funciona.
A medida que el mundo se enfrenta a más desastres relacionados con el clima y provocados por conflictos, las lecciones son claras: las leyes sólidas importan, pero también lo es el liderazgo local. La participación ciudadana debe ser significativa. Y la planificación ante desastres debe formar parte de las decisiones cotidianas, no solo de las respuestas a emergencias.
Para reducir el impacto de futuros desastres en África, la gobernanza debe concebirse no solo como una acción gubernamental, sino como una responsabilidad compartida que incluya a las comunidades, la sociedad civil y la ciudadanía. Ahí es donde comienza la verdadera resiliencia.
Este artículo se republica de The Conversation bajo una licencia Creative Commons. Lea el artículo original.
