
🖋️ Por Camila Herrera – Crónicas del Terruño
En los Andes, las lluvias ya no llegan cuando deberían, pero las comunidades quechuas y amazónicas están reinventando sus formas de sembrar y de rezar, uniendo tradición y ciencia para devolverle al agua su voz.
En las alturas del Cusco, cuando el cielo se cierra y el trueno retumba detrás de las montañas, los mayores dicen que la Pachamama está respirando otra vez. Allí, entre terrazas antiguas y quebradas profundas, los campesinos han aprendido a leer los vientos y las nubes como quien descifra un idioma.
Hoy, ese lenguaje se está volviendo más difícil de entender. Las lluvias ya no respetan el calendario, las heladas caen fuera de estación y las semillas que durante generaciones crecieron en equilibrio con la montaña ahora luchan por sobrevivir.
Sin embargo, no todo se pierde: comunidades andinas y amazónicas están recuperando saberes antiguos de siembra y manejo del agua, combinándolos con técnicas de observación climática y conservación de semillas nativas.
Volver a escuchar a la tierra
En el distrito de Pisac, un grupo de mujeres quechuas del colectivo Kallpanchis Warmis guarda más de 150 variedades de papas nativas, todas cultivadas sin agroquímicos y en parcelas manejadas por rotación. Ellas aseguran que la clave está en “escuchar a la tierra como antes”, observando los insectos, el brillo de la luna y la textura de la lluvia.
Las comunidades están instalando pequeños reservorios y zanjas de infiltración para captar las lluvias esporádicas, mientras científicos locales miden la humedad y las temperaturas del suelo para predecir mejor los ciclos hídricos. No se trata solo de tecnología: se trata de diálogo entre generaciones.
La semilla como promesa
En los valles interandinos, proyectos de conservación impulsan el intercambio de semillas entre comunidades. “Cuando intercambiamos, no solo damos una papa o un maíz; damos memoria”, dice doña Alejandra, campesina de Calca, mientras muestra una canasta de semillas multicolores.
Estas semillas son resistentes, pero también frágiles. Necesitan del agua, del tiempo y de la palabra. Por eso, las comunidades las bendicen en ceremonias que mezclan el rito católico con la cosmovisión andina: el agua del río, el humo del incienso y la voz colectiva que agradece y pide equilibrio.
Ciencia y espiritualidad se dan la mano
El Instituto Nacional de Innovación Agraria (INIA) trabaja junto con universidades y asociaciones campesinas en proyectos de resiliencia agroclimática, donde se combinan prácticas ancestrales y mediciones científicas. En algunos casos, los resultados son alentadores: parcelas que antes perdían la mitad de la cosecha ahora logran sostener su producción gracias a la selección genética de variedades más resistentes.
Pero los investigadores reconocen que sin el conocimiento local nada funcionaría. “Las comunidades saben leer la montaña mejor que cualquier satélite”, afirma una agrónoma joven del equipo.
Un futuro que gotea despacio
Desde las punas hasta la selva, la adaptación al cambio climático no es un proyecto técnico, sino un acto de esperanza colectiva. Las comunidades quechuas y amazónicas no solo intentan sobrevivir; intentan reconstruir su relación con el agua y la tierra.
Porque si el agua es vida, también es memoria. Y en cada gota que vuelve a caer sobre los surcos se renueva un pacto antiguo entre los hombres, las mujeres y la montaña.
Referencias
Basado en testimonios y reportajes regionales recogidos por Camila Herrera (2025), con apoyo de fuentes locales y publicaciones ambientales andinas.










