La contabilidad de la naturaleza en Colombia ofrece argumentos económicos sólidos para proteger los ecosistemas nativos


El río Sinú, en el noroeste de Colombia, es una especie de torrente sanguíneo del que emana la vida. Su núcleo se encuentra en el Parque Nacional Paramillo, donde nace, atravesando selvas tropicales y bosques secos tropicales antes de desembocar en la costa caribeña del país, lo que facilita la generación de energía hidroeléctrica, la agricultura, la ganadería y el suministro de agua potable a ciudades y destinos turísticos.


por Elana Kimbrell, Universidad de Stanford


Estos beneficios se ven amenazados por la deforestación y la erosión en la Cuenca del Alto Sinú, debido principalmente a la ganadería, la tala ilegal de madera y la expansión agrícola. La pérdida de bosques y vegetación provoca la acumulación de sedimentos en los cursos de agua, lo que compromete el uso del agua río abajo y genera dificultades para una región ya de por sí con escasez de agua, como el aumento de las tarifas del agua y cortes de suministro más frecuentes.

Para abordar esto, el gobierno de Colombia está implementando una ambiciosa agenda que incluye diversos programas relacionados con el clima y la biodiversidad. Estos programas incluyen la compensación a propietarios de tierras y usuarios de recursos por restaurar los bosques o por adoptar prácticas de gestión que preserven los beneficios de la naturaleza, como mantener el suelo en su lugar y evitar que obstruya las vías fluviales.

En el mismo contexto, el gobierno también pretende apoyar el turismo de naturaleza a lo largo de la costa a través de inversiones como un posible nuevo acueducto, que aumentaría la disponibilidad y seguridad del agua al traer agua del río Sinú y reducir la presión sobre los acuíferos subterráneos actualmente en uso en el área.

Para lograr mejor estos objetivos interconectados, el Departamento Nacional de Planeación (DNP) de Colombia colabora con el Proyecto de Capital Natural de la Universidad de Stanford para vincular las cuencas hidrográficas aguas arriba con el desarrollo económico aguas abajo mediante la contabilidad del capital natural. Este enfoque cuantifica sistemáticamente los activos naturales, los beneficios que brindan a las personas y cómo estos cambian con el tiempo, de forma que se alinea con otros sistemas de contabilidad utilizados por los gobiernos.

«El atractivo de una cuenta de capital natural es que se puede replicar y escalar, mostrando el estado de los beneficios de la naturaleza para las personas a lo largo del tiempo y potencialmente en respuesta a diferentes acciones», dijo Lisa Mandle, científica principal y directora de integración de software y ciencia en el Proyecto de Capital Natural de la Universidad de Stanford (NatCap) y autora principal de un nuevo artículo sobre este esfuerzo, publicado en Communications Earth & Environment .

Pero estas son formas de contabilidad relativamente nuevas. Cómo implementarlas —y de forma que sean relevantes para las políticas— aún se está definiendo, y esta es una de las primeras veces que se ha hecho fuera de Europa, para este tipo de servicio, con este grado de validación.

En el artículo, un equipo de NatCap, la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, la Universidad de Utrecht y el DNP documentan el desarrollo conjunto de una novedosa evaluación y contabilidad del capital natural para la cuenca del Sinú. El valor de los servicios de retención de sedimentos de los ecosistemas, tan solo para los sectores energético e hídrico de la región, asciende a 100 millones de dólares, equivalente al 1,7 % del PIB regional.

El equipo también analizó escenarios futuros, mostrando que si el país avanza con el nuevo acueducto, aumentaría el valor de estos servicios en un 12% porque más personas dependerían de esos servicios para recibir agua limpia.

La nueva cuenta de capital natural se ajusta específicamente al riguroso marco del Sistema de Contabilidad Ambiental y Económica de las Naciones Unidas (SCAE-EA). Cerca de 33 países han creado estas cuentas del SCAE-EA. Esta es la primera cuenta en Colombia centrada en los flujos de beneficios para las personas, no solo en la extensión física de un ecosistema.

También es una de las primeras veces que se utilizan datos e información locales para corroborar o «calibrar» los resultados de una contabilidad centrada en la retención de sedimentos (en lugar de basarse únicamente en datos más generales). Esto la hace mucho más específica para el contexto y fiable para su uso en la valoración económica y la toma de decisiones a nivel local y regional.

«La estimación de los valores biofísicos y monetarios de los beneficios ecosistémicos en la Cuenca del Sinú permite una comparación directa entre los fondos destinados a la conservación y los resultados económicos de estas inversiones», afirmó Fabián Darío Villalba Pardo, coautor del artículo de la Dirección de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible del DNP. «Esta información también permite comparar los presupuestos de inversión habituales, por ejemplo, en infraestructura física, con las inversiones en infraestructura verde».

Para elaborar la evaluación y el informe, el equipo conversó con los actores locales sobre cómo dependen actualmente de los beneficios de la naturaleza (la demanda de servicios), combinando esta información con información biofísica sobre los propios ecosistemas (es decir, la oferta). El trabajo también incluyó el cálculo de la posible pérdida de ingresos de los operadores hidroeléctricos y los proveedores de agua si los ecosistemas no funcionaran adecuadamente para reducir los sedimentos.

Estos valores pueden luego informar políticas específicas y compensaciones financieras para la gestión de las cuencas que los preserve, como la asignación de tarifas de uso del agua para la conservación de cuencas hidrográficas o el desarrollo de programas de compensación de «pago por servicios ecosistémicos» apoyados por el gobierno.

En muchos casos, los métodos técnicos implican un alto nivel de rigor científico, pero carecen de la aportación de los usuarios reales de los servicios ecosistémicos. El marco SCAE aplicado en este proyecto supone una mejora significativa en este contexto y permite que los resultados se utilicen en políticas más eficaces, adaptadas a la situación específica de los municipios involucrados, afirmó Villalba Pardo.

Comenzando río abajo y luego moviéndose río arriba

Este proyecto surgió de años de colaboración y fomento de la confianza entre NatCap y el gobierno colombiano. Una evaluación previa del capital natural en la región del Golfo de Morrosquillo, cuyo objetivo era comprender la dependencia de la naturaleza en el plan de desarrollo territorial propuesto, demostró que la cuenca del Alto Sinú era clave para el suministro de agua potable a los municipios y destinos turísticos de la costa.

De este modo, el equipo esperaba comprender mejor qué áreas río arriba son más vitales para preservar esos beneficios, a medida que el gobierno aumenta sus inversiones en turismo y crecimiento económico río abajo.

«La contabilidad de ecosistemas se trata de dos extremos de una larga cadena», afirmó Héctor Angarita, científico sénior de NatCap y autor principal del artículo. «Es necesario calcular y conectar ambos para determinar el valor real: los ecosistemas están en un extremo, y las personas que realmente utilizan sus beneficios en el otro».

El equipo también analizó la compleja importancia de la ubicación de los ecosistemas y sus beneficiarios, así como el valor de los diferentes sectores económicos que dependen del agua. Por ejemplo, los bosques se encuentran principalmente en la parte alta de la cuenca del Sinú, y su retención de sedimentos beneficia principalmente a los operadores hidroeléctricos, mientras que las sabanas se encuentran en la parte baja de la cuenca y su retención beneficia principalmente a las empresas de agua.

Así, aunque ambos ecosistemas retienen aproximadamente la misma cantidad de sedimentos por acre, la energía hidroeléctrica es una industria más lucrativa, por lo que el valor monetario proporcionado por los bosques es mayor que el de las sabanas, en este caso.

El estudio también demostró que el acueducto proyectado incrementaría el valor de los servicios que prestan las áreas protegidas aguas arriba y las tierras agrícolas y ganaderas de uso mixto, simplemente porque más personas aguas abajo dependerían de ellas. Por lo tanto, el éxito a largo plazo de la inversión en infraestructura dependería de una mejor gestión de dichas áreas.

“A partir de este análisis, ahora estamos evaluando cómo mejorar el sistema de inversión pública en Colombia para incentivar el uso de datos sobre flujos y stocks de capital natural en la formulación de proyectos de inversión”, afirmó Villalba Pardo.

Avanzando: Financiamiento para áreas protegidas

«Este trabajo generó mucho interés dentro del DNP porque demostró claramente por qué ciertas características del medio ambiente, especialmente las áreas protegidas, eran tan importantes como estrategias de gestión», dijo Angarita.

En la siguiente fase de esta colaboración, parte de un proyecto más amplio con NatCap, tres bancos multilaterales de desarrollo y 16 países, el equipo de Colombia (que incluye al DNP, el Departamento Nacional de Estadística y el Banco Interamericano de Desarrollo) se centró en cuantificar los beneficios de las áreas protegidas en la región de los Andes Nororientales para los sectores económicos prioritarios de varios municipios. Su objetivo es que esto sirva de base para la creación o el mejoramiento de mecanismos financieros que puedan financiar la protección de la naturaleza en áreas clave.

Gracias a este esfuerzo más amplio de las 3P, el análisis de la Cuenca del Sinú se compartió con otros equipos de Chile y Filipinas, ya que su metodología y enfoques pueden adaptarse a otros lugares que buscan crear cuentas de capital natural. En Colombia, los resultados muestran claramente que los sectores de energía e agua tienen un gran interés en la preservación de la naturaleza y las prácticas de gestión del territorio, para mantener el buen funcionamiento del sistema circulatorio de la región y sus sistemas circundantes. El análisis también muestra la gran cantidad de trabajo que implica el desarrollo de una cuenta de capital natural.

«La escalabilidad de este enfoque es sin duda un reto, pero es manejable», afirmó Angarita. «Una vez que se empieza a construir, se puede modular y avanzar por partes. Paso a paso, los países pueden crear estas cuentas».

Los autores adicionales del artículo son Jaime Moreno (Pontificia Universidad Javeriana), Jesse A. Goldstein (NatCap), Sioux F. Melo L. (Universidad de Utrecht), Alejandra Echeverri (quien estaba en NatCap en el momento de este trabajo y ahora está en la Universidad de California, Berkeley), y Nicolás Rojas (quien estaba en el Departamento Nacional de Planeación de Colombia en el momento de este trabajo y ahora es asesor en la Cámara de Representantes de Colombia).

Más información: Lisa Mandle et al., La contabilidad del capital natural revela el papel de los ecosistemas en la seguridad hídrica y energética en la cuenca del Sinú de Colombia, Communications Earth & Environment (2025). DOI: 10.1038/s43247-025-02254-9