Minería en aguas profundas: el nuevo dilema del océano invisible


En las llanuras abisales, donde la oscuridad es absoluta y la presión podría aplastar un submarino, el ser humano empieza a dejar su huella. La llamada minería en aguas profundas —la extracción de minerales en el fondo oceánico— se perfila como una frontera tecnológica y ética. Se calcula que, a unos cinco mil metros bajo la superficie, yacen más de 21.000 millones de toneladas de nódulos polimetálicos ricos en cobalto, níquel, cobre y manganeso: los metales que impulsan la transición energética global.


Redacción Noticias de la Tierra


Pero esa promesa brilla en un entorno que nunca fue diseñado para ser explotado. En esos desiertos de limo viven criaturas casi inmóviles, muchas sin nombre científico, que evolucionaron durante millones de años sin perturbarse. Un estudio internacional publicado en Frontiers in Marine Science (2025) advierte que la minería en aguas profundas amenaza directamente a más de 30 especies de tiburones, rayas y “sharks fantasmas” cuyas áreas de distribución se superponen con las zonas concesionadas para exploración.

Un fondo que respira vida

Contrario al imaginario de un lecho marino estéril, los científicos describen un ecosistema de corales de aguas frías, esponjas de silicio y microbios quimiosintéticos que reciclan compuestos del subsuelo y sostienen cadenas tróficas enteras. La remoción del sedimento —un proceso similar a “arar el océano”— levanta nubes de partículas tóxicas que pueden dispersarse cientos de kilómetros, asfixiando organismos filtradores y alterando corrientes profundas.

Las imágenes obtenidas por el robot Nereid Under Ice en el Pacífico revelan una alfombra de organismos bioluminiscentes que dependen de la estabilidad química del suelo. Cualquier cambio abrupto podría llevar siglos en revertirse.

La paradoja verde

El motor detrás de esta fiebre es el auge de las baterías eléctricas y las energías renovables. Los defensores argumentan que el planeta necesita esos metales para reducir las emisiones y electrificar el transporte. Los críticos replican que la minería oceánica sería un sacrificio ecológico para resolver otro.

El debate alcanzó a Naciones Unidas en 2025, donde se discute si imponer una moratoria global. Sin embargo, la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos ya ha recibido más de treinta solicitudes de exploración en el Pacífico central y el Índico. Países como Noruega, Japón y China lideran los permisos de prueba.

¿Qué alternativas hay?

Algunos científicos proponen soluciones intermedias: reciclaje avanzado de baterías, reducción del consumo de metales vírgenes y uso de materiales alternativos como sodio o hierro. Otros abogan por crear santuarios abisales, zonas intocables del océano profundo.
Lo cierto es que el fondo marino, ese territorio que cubre más del 60% del planeta, es aún una incógnita. Y decidir su destino sin conocerlo del todo podría ser uno de los mayores riesgos ambientales del siglo XXI.


Referencias:

  • ScienceDaily. New research reveals deep-sea mining could dramatically threaten 30 species of sharks, rays, and ghost sharks whose habitats overlap with proposed mining zones. 2025.
  • International Seabed Authority (ISA). Draft regulations on exploitation of mineral resources in the Area., Kingston, Jamaica, 2025.
  • Frontiers in Marine Science. Impacts of deep-sea mining on benthic biodiversity and carbon cycling. 2025.
  • National Geographic Society. The hidden world of abyssal plains and their role in Earth’s ecosystems., 2024.
  • UNEP Report. Environmental management of deep-sea mineral resources., 2024.