El permafrost —suelo permanentemente congelado en regiones árticas y subárticas— almacena enormes cantidades de carbono atrapado desde hace miles de años. Con el aumento de las temperaturas globales, este “congelador natural” comienza a descongelarse, liberando dióxido de carbono (CO₂) y metano (CH₄), gases que intensifican el cambio climático.
Redacción Noticias de la Tierra
Un avance reciente en observación satelital ha permitido detectar emisiones de metano antiguo liberado directamente desde áreas de permafrost en proceso de deshielo. A diferencia del metano biogénico reciente (procedente de humedales o actividades agrícolas), este gas tiene una firma isotópica distinta que delata su origen profundo y milenario.
Un “gigante dormido” que empieza a despertar ❄️🔥
El permafrost ártico contiene aproximadamente 1.500 gigatoneladas de carbono, el doble de lo que hoy existe en la atmósfera. Parte de este carbono, en forma de materia orgánica congelada, queda disponible para la descomposición microbiana al descongelarse, liberando CO₂ y CH₄. El metano preocupa especialmente porque es 84 veces más potente que el CO₂ en un horizonte de 20 años.
El uso de satélites como el TROPOMI (a bordo del Sentinel-5P de la ESA) y plataformas privadas de alta resolución ha permitido identificar “hotspots” de emisiones anómalas en Siberia, Alaska y el Ártico canadiense. Estas observaciones se complementan con mediciones de campo y análisis isotópicos que confirman que parte del metano no proviene de actividad biológica reciente, sino de depósitos fósiles atrapados bajo capas de permafrost y sedimentos helados.
Implicaciones climáticas globales 🌡️🌍
La liberación de metano antiguo plantea un riesgo de retroalimentación positiva: más calentamiento provoca más deshielo, y más deshielo libera más gases de efecto invernadero, acelerando aún más el cambio climático. Este proceso, conocido como “bucle del permafrost”, es uno de los grandes temores del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC).
El hallazgo también obliga a mejorar los modelos climáticos. Hasta ahora, muchos modelos subestimaban la magnitud y la rapidez con que el permafrost podría convertirse en una fuente neta de gases. La inclusión de estos datos satelitales permitirá refinar proyecciones y evaluar si los objetivos del Acuerdo de París siguen siendo alcanzables.
Ciencia y tecnología para vigilar el Ártico 🔬🛰️
La detección de metano desde el espacio ha sido posible gracias a:
- Espectrometría de absorción en infrarrojo para diferenciar concentraciones y firmas isotópicas.
- Satélites de alta resolución que permiten identificar fuentes puntuales de emisión.
- Campañas aéreas y terrestres que validan las observaciones espaciales.
En el futuro, misiones como MethaneSAT y la ampliación de la red de sensores en el Ártico ayudarán a monitorizar este fenómeno con mayor precisión.
¿Un punto de no retorno? ⚠️
Aunque la liberación de metano del permafrost todavía es incipiente en comparación con las emisiones humanas, su potencial es enorme. Un deshielo acelerado podría desatar emisiones irreversibles que pondrían en jaque los esfuerzos de mitigación.
La única forma de frenar este “gigante dormido” es limitar el calentamiento global reduciendo drásticamente las emisiones antropogénicas. El permafrost nos recuerda que la atmósfera no responde solo a lo que hacemos hoy, sino también a lo que liberamos de los depósitos del pasado.
Referencias
- Schuur, E.A.G. et al. (2015). Climate change and the permafrost carbon feedback. Nature.
- Thompson, R.L. et al. (2022). Methane emissions in the Arctic detected by satellite remote sensing. Environmental Research Letters.
- Walter Anthony, K.M. et al. (2018). 21st-century modeled permafrost carbon emissions accelerated by abrupt thaw. Nature Communications.
- ESA (2023). TROPOMI/Sentinel-5P data on methane hotspots.
- IPCC (2021). Climate Change 2021: The Physical Science Basis.










