Cómo la vegetación subterránea sostiene el suelo, el agua y la resiliencia climática
Redacción Noticias de la Tierra
La desertificación es uno de los procesos de degradación ambiental más graves y extendidos del planeta. Afecta especialmente a regiones áridas y semiáridas, donde la combinación de cambio climático, sobreexplotación de recursos y prácticas de manejo inadecuadas acelera la pérdida de suelo fértil, agua y biodiversidad. Frente a este escenario, la ciencia ecológica está poniendo el foco en un grupo de aliadas silenciosas pero fundamentales: las plantas de raíces profundas.
Un reciente análisis difundido por la agencia SINC, basado en el trabajo de un grupo internacional de expertos, destaca que especies como retamas, tamarices, azufaifos y muchas otras cumplen un papel estratégico en la prevención de la desertificación. Estas plantas no solo sobreviven en condiciones extremas, sino que fijan el suelo, retienen agua y carbono y refuerzan la resiliencia de los ecosistemas áridos, siempre que se apliquen medidas de gestión adecuadas para protegerlas de su declive global.
Qué son las plantas de raíces profundas y por qué importan
Las plantas de raíces profundas se caracterizan por desarrollar sistemas radiculares que penetran varios metros en el suelo, mucho más allá de la capa superficial. Esta estrategia les permite acceder a reservas hídricas profundas, sobrevivir a largas sequías y mantenerse activas cuando otras especies no pueden hacerlo.
Desde una perspectiva ecológica, estas raíces actúan como auténticos anclajes del territorio. Refuerzan la estructura del suelo, reducen la erosión causada por el viento y el agua, y facilitan la infiltración de lluvias esporádicas. En regiones amenazadas por la desertificación, esta función resulta crítica para frenar la pérdida progresiva de tierras productivas.
Fijación del suelo y control de la erosión
Uno de los principales mecanismos por los que estas plantas ayudan a combatir la degradación del suelo es la fijación física del terreno. Sus raíces profundas y ramificadas estabilizan capas que, de otro modo, quedarían expuestas a la erosión.
En ambientes áridos, donde la vegetación superficial suele ser escasa, el suelo desnudo es extremadamente vulnerable. Las plantas de raíces profundas actúan como una red subterránea que mantiene cohesionadas las partículas del suelo, reduciendo la formación de cárcavas, la pérdida de nutrientes y el avance de procesos irreversibles asociados a la desertificación.
Retención de agua en ecosistemas secos
Otro aporte clave es la retención de agua. Aunque estas plantas extraen humedad de capas profundas, también favorecen que el agua de lluvia penetre en el suelo en lugar de escurrirse superficialmente. Esto mejora la recarga de acuíferos locales y mantiene condiciones más estables de humedad en el entorno radicular.
Los expertos señalan que esta función es especialmente valiosa en un contexto de lluvias cada vez más irregulares. Al aumentar la infiltración y reducir la evaporación superficial, las plantas de raíces profundas contribuyen a amortiguar los efectos de las sequías prolongadas, uno de los motores principales de la desertificación.
Captura de carbono y papel climático
Más allá de su función hidrológica y edáfica, estas especies desempeñan un papel relevante en la captura de carbono. Parte del carbono que fijan a través de la fotosíntesis se almacena en el suelo gracias a sus raíces profundas, donde puede permanecer durante largos períodos.
Este almacenamiento subterráneo de carbono no solo mejora la fertilidad del suelo, sino que también contribuye a mitigar el cambio climático, al retirar CO₂ de la atmósfera. En regiones áridas, donde la biomasa aérea suele ser limitada, el carbono subterráneo adquiere una importancia estratégica.
Especies clave en paisajes áridos y semiáridos
El informe destaca varias especies representativas por su eficacia ecológica. Las retamas, por ejemplo, son arbustos resistentes que colonizan suelos pobres y estabilizan laderas. Los tamarices, adaptados a suelos salinos y secos, desempeñan un papel crucial en la fijación de riberas y zonas degradadas. Los azufaifos, por su parte, combinan raíces profundas con una notable resistencia a la sequía, aportando sombra y refugio a otras especies.
Estas plantas actúan como ingenieras del ecosistema, creando microambientes más favorables que facilitan la regeneración de otras formas de vida vegetal y animal. Su presencia incrementa la complejidad ecológica y la capacidad del sistema para resistir perturbaciones.
El riesgo de declive y las presiones humanas
Pese a su importancia, muchas plantas de raíces profundas están en retroceso. La sobreexplotación de agua subterránea, el sobrepastoreo, la expansión agrícola y urbana, y la sustitución por monocultivos más rentables a corto plazo amenazan su supervivencia.
Los expertos advierten que la pérdida de estas especies reduce drásticamente la capacidad de los ecosistemas para hacer frente a la desertificación. Una vez eliminadas, el suelo queda expuesto y los procesos de degradación pueden acelerarse hasta volverse difíciles o imposibles de revertir.
Medidas de gestión para protegerlas y restaurar el suelo
El grupo de expertos recopiló una serie de medidas de gestión fundamentales para proteger y potenciar el papel de estas plantas. Entre ellas destaca la regulación de la extracción de agua, especialmente en acuíferos que alimentan las capas profundas del suelo. Sin este control, incluso las especies mejor adaptadas pierden su ventaja competitiva.
Otra recomendación clave es la pastura rotacional, que evita el sobrepastoreo continuo y permite la regeneración de la vegetación. Asimismo, la restauración del suelo mediante técnicas que mejoren su estructura y contenido orgánico favorece el establecimiento y crecimiento de raíces profundas.
Aplicación práctica en políticas y territorio
Desde el punto de vista de la gestión ambiental, integrar el valor de las plantas de raíces profundas en políticas públicas y planes de ordenamiento territorial es esencial. No se trata solo de conservar especies, sino de reconocer su función como infraestructura natural frente a la desertificación.
Los expertos subrayan que estas soluciones basadas en la naturaleza suelen ser más rentables y sostenibles a largo plazo que las intervenciones puramente técnicas, como diques o trasvases. Además, generan beneficios colaterales para la biodiversidad, el paisaje y las comunidades locales.
Un enfoque integral frente a la desertificación
La lucha contra la desertificación no depende de una única medida, sino de un enfoque integral que combine ciencia, gestión y participación social. Las plantas de raíces profundas ofrecen una herramienta poderosa dentro de este conjunto, pero su eficacia depende de que se las proteja y gestione adecuadamente.
En un mundo cada vez más afectado por la aridez y la variabilidad climática, aprender de estas especies y de su relación con el suelo y el agua es una inversión estratégica. Su presencia puede marcar la diferencia entre paisajes condenados a la degradación y ecosistemas capaces de resistir, adaptarse y regenerarse.
Referencias
Agencia SINC – “Las plantas de raíces profundas, claves para prevenir la desertificación”
Aportes de expertos en ecología, gestión del suelo y ecosistemas áridos citados en el artículo original










