La historia de la vida en la Tierra está marcada por cinco grandes episodios de extinción masiva, en los que más del 70 % de las especies desaparecieron en lapsos geológicos relativamente breves. El más conocido ocurrió hace 66 millones de años, cuando un impacto extraterrestre y cambios climáticos acabaron con los dinosaurios no aviares. Hoy, la comunidad científica advierte que estamos entrando en una sexta extinción masiva, pero a diferencia de las anteriores, esta no está impulsada por fuerzas cósmicas o cataclismos naturales, sino por las actividades humanas.
Redacción Noticias de la Tierra
Un ritmo de pérdida sin precedentes
Los registros fósiles indican que la tasa “natural” de extinción es de aproximadamente una a cinco especies por año. Sin embargo, estudios recientes muestran que actualmente desaparecen cientos de especies al año, lo que representa un ritmo entre 100 y 1.000 veces superior. La Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES) estima que un millón de especies de animales y plantas están en peligro de extinción en las próximas décadas si no se toman medidas urgentes.
Factores que impulsan la crisis
El fenómeno no responde a una sola causa, sino a una combinación de presiones ambientales y sociales que interactúan de manera sinérgica:
- Cambio de uso de suelo: la expansión agrícola, ganadera y urbana ha transformado bosques, praderas y humedales en monocultivos y ciudades. Según la FAO, el 38 % de la superficie terrestre está dedicada a la agricultura, lo que implica pérdida de hábitat y fragmentación ecológica.
- Cambio climático: el aumento global de la temperatura, las olas de calor, sequías y tormentas extremas están alterando la fenología y los rangos de distribución de miles de especies. Un ejemplo es el desplazamiento hacia el norte de muchas aves migratorias en Europa, que rompe sincronías ecológicas con los insectos de los que dependen.
- Sobreexplotación de recursos: la pesca industrial ha llevado a varias poblaciones de peces al borde del colapso; lo mismo ocurre con especies madereras como la caoba o animales icónicos como el rinoceronte.
- Contaminación: plásticos, pesticidas, metales pesados y compuestos orgánicos persistentes afectan la reproducción, el comportamiento y la supervivencia de especies en todos los ecosistemas.
- Especies invasoras: el transporte marítimo y aéreo global ha facilitado la introducción de organismos exóticos. Ejemplo: el mejillón cebra en Europa y Norteamérica, que desplaza a moluscos nativos y altera ecosistemas acuáticos.
Consecuencias ecológicas y sociales
La pérdida de biodiversidad no es un problema aislado del mundo natural: tiene efectos directos sobre la humanidad.
- Colapso de servicios ecosistémicos: la polinización de cultivos, la fertilidad de los suelos y la calidad del agua dependen de interacciones biológicas hoy en riesgo. Se calcula que el valor económico de estos servicios supera los 125 billones de dólares anuales.
- Aumento del riesgo sanitario: ecosistemas degradados favorecen la proliferación de especies oportunistas, muchas de ellas reservorios de virus y bacterias. La deforestación en regiones tropicales está relacionada con la aparición de enfermedades zoonóticas como el ébola o el COVID-19.
- Inestabilidad económica y social: comunidades rurales que dependen de la pesca o de la recolección de productos forestales ven amenazados sus medios de vida, lo que puede incrementar los conflictos sociales y la migración forzada.
¿Qué se está haciendo?
En diciembre de 2022, 190 países adoptaron el Marco Global de Biodiversidad de Kunming-Montreal, que establece como meta proteger el 30 % de las áreas terrestres y marinas de aquí a 2030. La estrategia incluye la reducción a la mitad del desperdicio de alimentos, la disminución del uso de pesticidas peligrosos y la restauración de ecosistemas degradados. Sin embargo, los compromisos nacionales aún son desiguales y en muchos casos carecen de financiación suficiente.
La ciencia también propone soluciones innovadoras:
- Corredores biológicos que conecten áreas protegidas y permitan el flujo genético entre poblaciones.
- Tecnología satelital y sensores remotos para monitorear cambios en la biodiversidad en tiempo real.
- Conservación genética y bancos de semillas para preservar la diversidad de cultivos y especies silvestres.
- Pagos por servicios ambientales (PSA) que recompensen a comunidades locales por mantener ecosistemas funcionales.
Un cambio de paradigma necesario
Los expertos coinciden en que la protección de la biodiversidad requiere no solo medidas ambientales, sino también cambios profundos en el modelo económico y cultural. La idea de un crecimiento ilimitado basado en el consumo de recursos naturales es incompatible con la conservación de la vida en la Tierra. La transición hacia sistemas agroecológicos, economías circulares y modelos de gobernanza más inclusivos será determinante para frenar la sexta extinción.
La humanidad se encuentra en un punto crítico: conservar la biodiversidad no es un lujo ni un asunto secundario, sino un requisito esencial para la estabilidad climática, la seguridad alimentaria y la salud global.
Referencias
- Díaz, S., et al. (2019). Pervasive human-driven decline of life on Earth points to the need for transformative change. Science, 366(6471).
- IPBES (2019). Global Assessment Report on Biodiversity and Ecosystem Services.
- WWF (2022). Living Planet Report 2022: Building a nature-positive society.
