Un estudio analiza seis especies del Caribe colombiano
UNAL/DICYT Aunque se pensaría que el mar es una masa uniforme y que los animales que lo habitan se pueden desplazar a su antojo, lo cierto es que existen barreras biogeográficas –o frentes oceánicos– de distinta densidad que imponen límites naturales y aíslan genéticamente las poblaciones de peces. Así lo evidenció el estudio de 20 individuos de 6 especies colectadas a diferentes profundidades del Caribe colombiano, entre La Guajira y Santa Marta.
Juan Carlos Narváez Barandica, doctor en Ciencias – Biología de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), explica que “dichas barreras son consideradas como el factor que limita el proceso de dispersión o movimiento de los organismos desde su lugar de nacimiento hasta su sitio de reproducción, impidiéndoles colonizar otros lugares o ‘conectarse’ genéticamente con otras poblaciones”.
Su estudio lo realizó en la “pluma” del río Magdalena, área conocida así porque en la costa Caribe se le suele llamar “pluma” al grifo. Esta hace referencia a la carga de dispersión de sedimentos y materiales de un río al llegar a la desembocadura del océano costero, que, en el caso del principal afluente del país es muy alta, por lo que hay organismos que no soportan estas condiciones y no pueden cruzar a otros lugares marinos.
Otro factor que incide en estas limitantes se relaciona con el estrechamiento de la plataforma continental debido al levantamiento de la Sierra Nevada de Santa Marta, que a lo largo de los años se fue desplazando hacia el norte ayudada por las fuerzas geológicas, hasta que se ancló en la cuenca de Colombia y la montaña quedó a la orilla del mar.
También existen otras barreras como la ausencia del fondo y litoral rocoso somero entre el Cabo de la Vela y el sector de Santa Marta, que significa que no hay fondos duros constituidos ni arrecifes coralinos; y el hecho de que en La Guajira se transportan masas de agua hacia el centro del mar Caribe, lo que podría limitar la dispersión de larvas hacia el suroeste del litoral Caribe de Colombia.
Análisis a fondo
Para el estudio se seleccionaron 6 especies marinas: 3 de fondos rocosos y 3 especies de aguas. Las primeras fueron: tubícola mandíbula manchada (Acanthemblemaria rivasi), quigua o cigua (Cittarium pica) y caracol nerita (Nerita tessellata).
Sobre estas, el biólogo marino Arturo Acero Pizarro –profesor de la UNAL Sede Caribe y director de la investigación del doctor Narváez– explica: “la especie A. rivasi es un pez pequeño que vive ligado a las rocas, en aguas muy someras; sus estados larvarios duran poco (una semana o menos), y por lo tanto, hay varias poblaciones; el segundo es un caracol muy apreciado por las personas que conocen los productos marinos, pero está prácticamente extinto; está ligado a fondos duros (continuación de las zonas rocosas emergidas en la tierra) y tiene varias poblaciones; y el tercero es otro caracol herbívoro, que pastorea las algas pegadas a las rocas”.
Las otras 3 especies de aguas se colectaron en aguas someras de fondos blandos o arenosos, formados por pequeñas partículas sueltas de diferentes tamaños (arenas, gravas, cascajo, fangos); estas fueron: chivita nolón (Melongena melongena), un caracol cuya hembra pone cápsulas ovíjeras y desde estas sale un caracol diminuto; bagre piedrero (Sciades proops), de alta importancia comercial, amenazado por sobrepesca; y corvina (Micropogonias furnieri), cuyas larvas duran bastante en el agua, de modo que se encontró que no había poblaciones diferentes de esta especie.
El investigador recolectó 20 especímenes por cada área de muestreo para las 6 especies escogidas. Para las de fondos blandos someros, la colecta se hizo en los sitios de desembarque con apoyo de pescadores que utilizan redes de enmalle y palangres, o cordeles largos y gruesos, de los cuales penden unos ramales con anzuelos en sus extremos. Para el caso de las de fondos rocosos, los muestreos se hicieron con buceo autónomo, haciendo recolectas manuales y utilizando nasas o arte de pesca artesanal.
En este estudio solo se contempló la porción de la línea costera y el mar territorial de Colombia, donde se presentan las ecorregiones Caribe sur y suroccidente. La primera incluye la península de La Guajira hasta el Parque Nacional Natural Tayrona, y la segunda desde Santa Marta hasta Cabo Tiburón.
Entre las conclusiones se encuentra que: los análisis de diferenciación genética y de varianza molecular sugieren que 4 especies se ajustan al modelo de cambio genético abrupto ante una barrera biogeográfica (A. rivasi, C. pica, M. melongena y S. proops). “Esto supone que la pluma del río Magdalena debe estar actuando como barrera biogeográfica para especies marinas que tienen limitación en su dispersión”, señala el investigador.
El otro hallazgo fue el efecto combinado que causa la ausencia del fondo y litoral rocoso somero entre el Cabo de la Vela y el sector de Santa Marta y el afloramiento semipermanente en La Guajira, la cual opera para A. rivasi.
Sobre las especies de fondo blandos, se supervisa la influencia de Sierra y de factores ecológicos y oceanográficos sobre una ruptura genética entre Dibulla/Punta Gallinas e isla de Salamanca. para M. melongena y S. proops.
“Las barreras implican procesos hidrológicos como las corrientes marinas y gradientes de las propiedades fisicoquímicas del agua del mar en el sector costero producto de las descargas continentales de los ríos; la ausencia de hábitat específico y la geomorfología de la línea costera, e incluso las grandes distancias que limitan la dispersión de los organismos adultos o en fase larval”, enfatiza el docente Acero.
“El conocimiento fruto de este estudio se podría aplicar en la implementación de medidas de manejo y políticas para el desarrollo sostenible del aprovechamiento de estas especies por parte de las autoridades pesqueras y ambientales”, concluye el experto.