Desde edades tempranas, los niños y las niñas se aproximan a la fauna a través de visitas a zoológicos, cuentos y películas infantiles. Conocen muchos animales, aunque suelen ser especies propias de lugares lejanos y, básicamente, grandes mamíferos, como el león o el canguro.
Isabel Baños González, Universidad de Murcia and Patricia Esteve Guirao, Universidad de Murcia
Sin embargo, presentan un conocimiento más limitado sobre los animales de su entorno y su valor para nuestra vida. Esto se acentúa en el caso de los invertebrados que suelen pasar inadvertidos e, incluso, generan rechazo.
Por ello, resulta esencial que la enseñanza de la biodiversidad animal atienda a la fauna regional, tanto vertebrada como invertebrada, resaltando su conexión con nuestra vida y la necesidad de adquirir compromisos para su conservación.
Esto se puede hacer desde el aula, como hemos comprobado en nuestro proyecto de actividad para 1º y 2º de primaria, organizada en cuatro tareas:
1. La fauna silvestre en la mesa de la clase
Los niños y niñas, organizados en grupos, seleccionan y discuten sobre aquellas especies que podemos encontrar en la región en estado silvestre, a partir de 30 tarjetas con imágenes de vertebrados e invertebrados.
El objetivo fundamental es que manifiesten sus ideas al respecto y aproximarles a la amplia diversidad animal de cada región (de Murcia en nuestro caso concreto).
2. ¿Cuál es mi animal favorito?
Al plantearles esta pregunta, la mayoría se decantó por mamíferos como la nutria o el delfín. A continuación, se analizaron algunas problemáticas de conservación sobre estas especies, muy ligadas a nuestras actuaciones.
Principalmente, atendimos al impacto en la naturaleza de los residuos plásticos, a través de pequeñas historias, breves noticias de periódico (diseñadas específicamente) y viñetas.
Después, los niños y niñas redactaron un compromiso individual sobre actuaciones que estarían dispuestos a adoptar para la conservación de su especie favorita.
3. Y los que menos nos gustan, ¿son importantes?
Utilizando las tarjetas iniciales, el alumnado selecciona los animales que menos le gustan (todos los grupos seleccionaron invertebrados, en nuestro caso).
Las fotos de estos animales se colocan sobre la pizarra y se pegan a su alrededor multitud de flores de cartulina, representando el suelo en la zona inferior. Los insectos polinizadores ocuparon este campo de flores, mientras que el alacrán y la lombriz (como aireadores y descomponedores) se ubicaron en el suelo.
Los alumnos se preparan y exponen a los compañeros el papel de los invertebrados como polinizadores y el papel de los descomponedores y aireadores para la mejora de la calidad del suelo. El docente ejerce en este caso de acompañante y guía.
Así se configura un sistema plantas–suelo–invertebrados, a partir del cual establecer relaciones con nuestro día a día. Cada grupo utiliza una caja con diferentes objetos e imágenes (peluches, alimentos, fotografías) de la que se van sacando los objetos y se discute su relación con los elementos ya presentes en la pizarra.
De esta forma pueden conectar este hábitat con el de los animales de las tarjetas iniciales, estableciendo cadenas alimentarias simples. También lo pueden relacionar con los campos agrícolas, la ganadería y la apicultura, utilizando las imágenes de cultivos y de cuentos populares, así como peluches relacionados con el sector primario.
A su vez, el sector primario conecta con los alimentos que produce: frutas y verduras, leche, miel, etc. representados a modo de imágenes, juguetes y productos reales. Estos alimentos se vinculan con las tiendas del barrio, al presentar fotos de la frutería, el supermercado y otros comercios de su barrio. Lugares habitualmente frecuentados por el alumnado y sus familias.
Se pueden incluir fotografías de sus familiares y de ellos y ellas comiendo frutas. Al presentar estas imágenes, se propicia un momento de gran expectación. En el esquema de la pizarra, podemos situar estratégicamente sus fotos junto a los invertebrados e incluso colocar corazones entre ellos.
De forma espontánea, el alumnado llega a plantearse compromisos para la protección de estos animales, que inicialmente rechazan; reflexiona sobre las relaciones entre la naturaleza y la sociedad que no resultan evidentes.
4. Embajadores de la conservación
Días después de la actividad, en entrevistas con familiares, manifestaron que sus hijos e hijas les habían hecho llegar la importancia de los invertebrados para nuestra vida y los compromisos personales planteados en clase.
Como síntesis, reflejamos la frase que una alumna dijo a su familia:
“He aprendido que hasta los animales más pequeños son importantes para nosotros”.
Isabel Baños González, Profesora en Didáctica de las Ciencias Experimentales, Universidad de Murcia and Patricia Esteve Guirao, Profesora contratada doctora, Universidad de Murcia
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.