El comercio ilegal de loros es una amenaza mucho mayor de lo que pensábamos


Los loros son uno de los grupos de aves más carismáticos y amenazados del planeta. Su colorido plumaje y su capacidad para imitar sonidos, incluida la voz humana, los han convertido en una de las mascotas más populares y comercializadas a nivel global.


Pedro Romero Vidal, Estación Biológica de Doñana (EBD-CSIC)


Sin embargo, esta misma popularidad ha contribuido a que alrededor del 30 % de las especies existentes se encuentren amenazadas. Uno de los motivos es la captura de individuos salvajes para su venta como animales de compañía.

En un estudio reciente publicado en la revista Biological Conservation revelamos un aspecto poco conocido del comercio ilegal de estas aves: su captura ilegítima para satisfacer la demanda de mascotas a nivel local. Es decir, en su propio país de origen.

La mayoría de las investigaciones sobre la captura ilegal de loros para su tenencia como mascotas se han centrado en el comercio internacional y los mercados de fauna en los países de origen. Sin embargo, estos estudios estaban subestimando el problema. La razón es que no tenían en cuenta el volumen de capturas destinadas a abastecer la demanda de mascotas a nivel local.

Esto es lógico si pensamos en una cuestión fundamental: ¿cómo se obtienen los datos sobre una actividad que es ilegal?

En casi todos los países de la región tropical de América –excepto Surinam y Guyana– la captura y comercio de loros salvajes es una actividad ilegal. Esto dificulta enormemente la recopilación de datos, razón por la cual la mayoría de los estudios se basan en registros de incautaciones o en observaciones de mercados urbanos.

No obstante, esta estrategia deja fuera el volumen de captura destinada al consumo local de mascotas. Las incautaciones suelen ocurrir en aeropuertos, carreteras principales y grandes ciudades. Como consecuencia, el comercio de loros que no pasa por estos puntos, cuya finalidad es permanecer localmente en zonas rurales, queda invisibilizado.

Para intentar estimar el volumen de captura real, nuestro equipo de investigación desarrolló una metodología sencilla, pero innovadora. Durante cinco años realizamos un seguimiento del principal mercado ilegal de fauna en Bolivia, ubicado en Santa Cruz. Combinamos este seguimiento con encuestas en las áreas rurales de donde provienen los loros a la venta en este mercado, así como en diferentes zonas de la ciudad.

Estas encuestas nos permitían conocer cuántos loros se capturaban en esas comunidades rurales y cuántos de ellos tenían como destino la ciudad. Con las encuestas en esta última, podíamos conocer cuántos propietarios de loros de origen salvaje los habían comprado en el mercado o a través de otros canales. Así, conociendo el total de venta en el mercado, podíamos hacer una primera estima burda del volumen de captura real.

Los resultados son alarmantes. Calculamos que entre 300 000 y 500 000 loros son capturados ilegalmente cada año en Bolivia. De estos, alrededor del 12 % se vende en mercados urbanos. El 88 % restante permanece como mascota en zonas rurales.

Esto significa que la captura para consumo local supera con creces el comercio en el mercado y el internacional histórico para Bolivia (desde que se tienen registros). Esto teniendo en cuenta que nuestras estimas son a la baja, porque no tienen en cuenta la mortalidad en el transporte (que puede representar hasta un 70 %).

La alta mortalidad mantiene la demanda

Por otro lado, las condiciones en las que se mantienen estas mascotas en Bolivia son muy precarias. Esto provoca que especies que presentan una vida larga en buenas condiciones, con una esperanza de vida de varias décadas, a menudo mueran antes de cumplir los dos años. Las causas incluyen la depredación por animales domésticos, mala alimentación y enfermedad. Esta alta tasa de mortalidad mantiene una demanda constante para reemplazar estas mascotas perdidas.

Este problema es especialmente preocupante cuando hablamos de especies en peligro crítico de extinción, como el guacamayo de frente roja (Ara rubrogenys), del cual solo quedan entre 600 y 800 individuos en libertad. De hecho, registramos 113 ejemplares de esta especie como mascotas en áreas rurales, lo que representa aproximadamente el 20 % de su población global.

Estos datos alertan sobre la necesidad de llevar a cabo medidas eficaces para combatir esta actividad ilegal a una escala más local. Abordar esta problemática, no obstante, resulta especialmente complejo. La tenencia de loros como mascotas en estos países es una actividad culturalmente muy arraigada, que se remonta a tiempos prehispánicos.

Por ello, es clave combinar campañas de concienciación dirigidas a la población local con un fortalecimiento de los sistemas de control, destinados a frenar la captura y el comercio ilegal. Además, es fundamental trabajar con las comunidades locales para desarrollar alternativas económicas sostenibles que reduzcan la dependencia de la captura de loros silvestres.

Pedro Romero Vidal, Investigador Biología de la Conservación, Estación Biológica de Doñana (EBD-CSIC)

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.