Un trabajo internacional apuesta por plantar árboles que ayuden a frenar el avance del fuego en caso de incendio y que puedan regenerarse solos
UGR/DICYT Un grupo internacional de expertos, liderado por la Universidad de Granada (UGR), ha advertido de la necesidad de planificar adecuadamente las reforestaciones que se llevan a cabo a nivel mundial, centrándose no solo en plantar cuantos más árboles mejor, sino en plantar árboles que ayuden a frenar el avance del fuego en caso de incendio.
Su trabajo, que lidera el investigador del departamento de Ecología de la UGR Alexandro B. Leverkus, se publica esta semana en una Letter de la prestigiosa revista Science, una de las más importantes del mundo. En muchos sitios está ocurriendo un boom de reforestaciones auspiciado por movimientos sociales, iniciativas gubernamentales y esfuerzos privados. Uno de los principales objetivos es mitigar el cambio climático mediante la captura de carbono en la vegetación.
A pesar de los múltiples beneficios que aportan las plantas, las reforestaciones pueden tener efectos contraproducentes en el ciclo del carbono debido al aumento en la cantidad y continuidad de combustible en la naturaleza. Un reciente informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente alerta de que el riesgo de incendios extraordinariamente severos y extensos está aumentando en muchas partes del mundo debido al cambio climático y a los cambios en la vegetación generados por el ser humano, por ejemplo, mediante la plantación de extensos y densos bosques de coníferas y eucaliptos.
“Si una reforestación aumenta el riesgo de propagación de los incendios, puede revertir sus beneficios en términos de secuestro de carbono, ya que el carbono acumulado se emitirá de nuevo a la atmósfera e incluso se puede hacer más propensa la propagación del fuego a otras zonas. Por ello, los programas de reforestación deberían de tener muy en cuenta la mitigación del riesgo de incendios”, explica el investigador de la UGR.
Por un lado, las actuaciones que modifiquen la vegetación, como las reforestaciones, deberían de considerar cómo la nueva composición y configuración de los paisajes pueden afectar a la dinámica del fuego. “Deberían de favorecerse los paisajes en mosaico, con pequeños parches de distintos tipos de vegetación o uso de suelo y evitando la creación de grandes masas continuas y homogéneas de árboles. Dentro de un bosque, conviene que haya discontinuidades entre la vegetación de sotobosque y las copas de los árboles para evitar que el fuego pueda ascender a estas últimas. El uso en reforestaciones de especies poco inflamables, a baja densidad y con gran diversidad también puede ayudar a frenar el avance del fuego”, señala Leverkus.
Nuevos brotes después del fuego
Por otro lado, es importante reconocer que muchos incendios ocurrirán en zonas reforestadas incluso a pesar de haber tomado este tipo de precauciones. Por ello, resulta muy importante que la reforestación ayude a mejorar la capacidad de la vegetación de regenerarse después del fuego. Hay numerosas especies de plantas que no mueren y que pueden generar nuevos brotes después de que el fuego haya consumido sus hojas y ramas. Ello genera que después de un incendio haya una capacidad de regeneración rápida del ecosistema y de mitigación de las consecuencias negativas como la erosión. El uso de especies rebrotadoras nativas en las reforestaciones puede ser una herramienta clave para mejorar la calidad ambiental, la biodiversidad y la captura de carbono a largo plazo considerando el aumento en el riesgo de incendios.
Los beneficios esperados de las reforestaciones están llevando a generar ambiciosos objetivos políticos para plantar cientos de miles, o millones, o incluso trillones de árboles. “Con ello corremos el grave riesgo de plantar más árboles de la cuenta, en lugares donde no habría árboles de manera natural, en sitios donde afectaríamos a una vegetación nativa y diversa previamente establecida, generando extensas y densas masas de árboles que suponen un alto riesgo de propagación de incendios y con especies cuyo establecimiento sea fácil y económico pero que tengan propiedades negativas de cara a la mitigación de incendios y la regeneración posterior”, destacan los autores en la Letter de Science.
Por ello, “hacemos este llamamiento para evitar el énfasis en cuántos árboles queremos plantar y centrarnos en la capacidad de las reforestaciones y la vegetación circundante de capturar carbono a largo plazo, incluso bajo escenarios de incendios futuros. De lo contrario estaremos aumentando el riesgo de nuevos tipos de incendios, de liberación de grandes cantidades de carbono a la atmósfera, de reducción de la cobertura vegetal y de colapso ecosistémico”, concluyen.