Los servicios ecosistémicos son beneficios que nos aportan los ecosistemas a la sociedad y que mejoran nuestra salud, economía y calidad de vida. La depuración del agua, la provisión de alimentos y madera, la regulación del clima o la oportunidad de disfrutar de actividades al aire libre son algunos ejemplos.
Belinda Gallardo, Instituto Pirenaico de Ecología (IPE-CSIC)
Los cambios en la distribución y abundancia de las especies, incluyendo las invasoras, pueden alterar estos servicios, afectando tanto a los ecosistemas como a las personas que dependemos de ellos.
La mayoría de las especies invasoras se mueven de un continente a otro en barco, bien como mercancía, contaminante de otros productos, como polizones en el agua de lastre o incrustadas en el casco de la nave. Una vez en una nueva zona, se expanden a una velocidad 100 veces superior a las nativas, en gran parte aprovechándose de actividades humanas relacionadas con el transporte, el comercio o, incluso, el deporte.
Según estimaciones de la Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos, existen unas 37 000 especies fuera de lugar en todo el mundo por efecto de la actividad humana, aunque tan solo unas 3 500 de ellas llegan a generar problemas en las zonas invadidas.
La Lista Europea de Especies Invasoras preocupantes para la Unión incluye cerca 100 plantas y animales con efectos perjudiciales demostrados.
Más de la mitad las podemos encontrar en España, con ejemplos tan conocidos como la avispa asiática, la rana toro, el jacinto de agua, el visón americano y la hierba de la Pampa.
La regulación europea exige a los Estados miembros desarrollar planes de gestión adecuados al nivel de invasión y vulnerabilidad de cada país. En España, los costes derivados de los impactos y la gestión de las invasiones biológicas superan los 25 millones de euros al año.
Sus consecuencias afectan de forma diferente
Los impactos de las especies invasoras sobre los servicios ecosistémicos en Europa son generalizados. En la mayoría de los casos, se acumulan en zonas alteradas, con poco valor ecosistémico. Aquí, la falta de competidores y depredadores, junto con la abundancia de nutrientes derivados de la actividad humana, favorecen su establecimiento.
Pero las especies se mueven, y acaban alcanzando zonas de enorme valor para la conservación tanto de especies nativas como de servicios ecosistémicos. De hecho, se espera una expansión promedio del 77 % en el área afectada en Europa.
La exposición a las especies invasoras más dañinas es especialmente alta en el caso de la retención de nitrógeno, un indicador de la capacidad de purificar el agua. Es el caso de plantas como el jacinto de agua, también llamado camalote, que forman densas colonias que afectan a la depuración y explotación del agua precisamente en las zonas agrícolas y urbanas que más lo necesitan.
En el caso de la provisión de alimentos, nos referimos a animales que directamente consumen los frutos, plagas que afectan a los cultivos, depredadores de polinizadores y plantas que compiten por el agua y los nutrientes o, incluso, generan compuestos tóxicos que afectan al crecimiento de las especies cultivadas.
¿Dónde se producen los impactos?
No todas las especies invasoras afectan a todos los servicios ecosistémicos, ni todos los servicios se generan por igual a través de Europa. Los “puntos calientes de impacto”, que combinan una elevada provisión de servicios ecosistémicos con una elevada exposición a las especies invasoras más dañinas, representan una pequeña fracción de Europa y varían geográficamente. Es fundamental monitorizar y protegerlos para optimizar la gestión de especies invasoras allí donde tenemos más que perder.
Hasta ahora, las bajas temperaturas protegían los sensibles ecosistemas alpinos y boreales del norte de Europa, fundamentales para el mantenimiento de hábitat y retención del suelo. Pero el cambio climático está permitiendo a las especies invasoras establecerse y dominar rápidamente zonas que antes eran demasiado frías.
En el centro de Europa, son la depuración del agua, la provisión de alimentos y madera los servicios más perjudicados por las especies invasoras. En estas regiones, la agricultura está menos tecnificada que en el sur y, por tanto, depende más de la provisión de agua y protección que proporcionan los ecosistemas naturales.
En el sur de Europa, incluyendo la península ibérica, los servicios más vulnerables a la invasión son la mitigación de avenidas y el uso turístico y recreativo de los espacios naturales. Encontramos plantas invasoras como la caña común, que obstruye canales y tienen poca capacidad de retener el suelo durante riadas, o animales como el coipu, cuyas madrigueras desestabilizan los bancales de los ríos.
¿Qué soluciones se plantean?
Si no se toman medidas por parte de los respectivos países, las zonas ricas en biodiversidad y servicios ecosistémicos podrían volverse aún más vulnerables a medida que las especies invasoras se expanden y llegan otras nuevas. Esta tendencia se verá intensificada por el cambio climático y el aumento del comercio y turismo global.
La Estrategia Europea de Biodiversidad 2030 establece el objetivo de reducir al 50 % el número de especies en la Lista Roja de la IUCN amenazadas por las especies invasoras.
Sin embargo, la falta de medios y de coordinación entre administraciones representan barreras importantes para alcanzar este reto. Por otra parte, las estrategias de gestión deben ampliar su enfoque para salvaguardar no solo a las especies protegidas por la Lista Roja, sino también aquellos servicios ecosistémicos vitales para el bienestar humano.
Belinda Gallardo, Científica Titular, Instituto Pirenaico de Ecología (IPE-CSIC)
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.