Dado que los impactos del cambio climático aumentan en todo el mundo, los esfuerzos por adaptar la infraestructura y las prácticas humanas pueden parecer un bien puro.
por Ben Orlove, State of the Planet
Pero existe algo llamado mala adaptación. Por mucho que los medicamentos tengan efectos secundarios, algunas adaptaciones resultan hacer más daño que bien, o al menos suficiente daño como para que los efectos negativos deban sopesarse con los positivos.
Un nuevo artículo publicado en la revista Nature Climate Change examina esta cuestión y establece un enfoque para evaluar las actividades de adaptación. Un resultado fundamental: los proyectos de infraestructura en general conllevan los mayores riesgos de mala adaptación, mientras que los cambios que implican cambios en la dieta y la restauración de áreas naturales conllevan los menores.
El documento cita, por ejemplo, los malecones. Señala que tales estructuras podrían funcionar al menos por un tiempo, pero terminan atrayendo a la gente a áreas que todavía están expuestas al aumento del nivel del mar . También pueden servir como represas que atrapan las aguas de los ríos crecidos por las fuertes lluvias.
Del mismo modo, los sistemas de riego en zonas pobres y afectadas por la sequía podrían favorecer sólo a los agricultores lo suficientemente ricos como para costearlos. Esto podría llevar a la concentración de la tierra en manos de unos pocos, o llevar a los agricultores a abandonar los cultivos de subsistencia y especializarse en un solo cultivo comercial, reduciendo su resiliencia ante futuras crisis climáticas.
Las referencias a la mala adaptación comenzaron a aparecer en la literatura académica a mediados de la década de 2010. Desde 2020, el término se utiliza con más regularidad. Sin embargo, generalmente se ha tratado como lo opuesto a la adaptación, y las actividades se describen como adaptativas o desadaptativas.
Esta dicotomía fue cuestionada en el informe de 2022 sobre impactos y adaptación del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático. Ese informe utiliza la palabra “continuo”, sugiriendo que ninguna acción es enteramente buena o mala. Puede parecer complicado distinguir entre una dicotomía y un continuo, pero la diferencia es grande. La medicina moderna reconoce que las drogas no se pueden dividir en seguras y peligrosas; más bien, los riesgos de los efectos secundarios deben sopesarse cuidadosamente frente a los beneficios. De la misma manera, la sociedad debe evaluar los riesgos que plantean las actividades de adaptación.
La autora principal del nuevo estudio, Diana Reckien de la Universidad de Twente en los Países Bajos, y sus coautores, incluido yo mismo, construyeron una medida para ubicar las actividades de adaptación en el continuo. Examinamos seis factores.
Tres son características a nivel de sistema: si una actividad afectará a los ecosistemas positiva o negativamente; si aumentará o disminuirá las concentraciones de gases de efecto invernadero; y si tiene o no el potencial de conducir a cambios transformadores de los sistemas sociales.
Las otras tres son consideraciones relacionadas con la equidad: si la adaptación beneficia, no tiene ningún efecto o empeora la situación de los grupos marginados: poblaciones de bajos ingresos, mujeres y niñas, y grupos étnicos marginados. La puntuación promedio en estas seis dimensiones proporciona la ubicación de una actividad en el continuo.
Para darle algo de carne empírica a estos huesos conceptuales y metodológicos, el estudio seleccionó ocho sectores que enfrentan importantes impactos climáticos, incluidas las zonas costeras, la salud humana y la seguridad alimentaria. Analizó tres respuestas de adaptación establecidas para cada una, para un total de 24 respuestas. Ninguno de los resultados se ubicó en uno u otro extremo del continuo, pero abarcaron gran parte de su amplitud.
El mayor potencial para una adaptación exitosa se encuentra en las respuestas basadas en sistemas sociales y de comportamiento. Estos incluyen cambios en la dieta y la reducción del desperdicio de alimentos, así como el aumento de las redes de seguridad social. También incluyen opciones que se centran en la naturaleza y los ecosistemas, como prácticas agrícolas y pesqueras mejoradas y la restauración de áreas naturales.
La infraestructura presentaba mayores riesgos de mala adaptación, como inundaciones no deseadas. En algunos casos, los programas de seguro también pueden generar resultados negativos cuando excluyen a grupos marginados o limitan el potencial de transformación social al fortalecer el status quo.
El estudio enfatiza que las respuestas no están fijadas permanentemente en un punto u otro del continuo, y sugiere que el marco del continuo puede usarse para guiar las actividades de adaptación lejos del polo de mala adaptación. Por ejemplo, los proyectos costeros y de seguros pueden virar hacia lo positivo si los diseñadores consideran posibles consecuencias negativas para el ecosistema o la equidad.
Esperamos que este marco contribuya al primer ” balance global ” del progreso de la acción climática en la COP28 de este año, que evaluará el progreso hacia el objetivo global de adaptación establecido en el Acuerdo de París de 2015. Y, con suerte, contribuirá a la adaptación. planificación que se lleva a cabo en entornos locales, nacionales e internacionales en todo el mundo.
Más información: Diana Reckien et al, Navegando por el continuo entre adaptación y mala adaptación, Nature Climate Change (2023). DOI: 10.1038/s41558-023-01774-6