Riego garantizado en quintas, uso óptimo del agua y fortalecimiento de la producción de hortalizas, entre las acciones de adaptación y mitigación al cambio climático que llevó a cabo el INTA como parte del programa Euroclima+. Los proyectos se trabajaron junto con productores de la agricultura familiar de Buenos Aires, Córdoba, Neuquén y Río Negro.
Debido a la agudización de las variaciones climáticas registradas en las últimas décadas afectan los ciclos naturales del planeta, cada 26 de marzo se conmemora el Día Mundial del Clima. Declarada en la Convención sobre el Cambio Climático en el año 1992, la fecha busca generar conciencia y sensibilizar a las personas a escala mundial sobre el impacto del cambio climático.
Desde 2019, el INTA forma parte del proyecto Euroclima+, un programa de la Unión Europea sobre sostenibilidad ambiental y el cambio climático con América Latina que focalizó sus acciones en tres sitios de la Argentina y uno de Colombia para identificar medidas de adaptación al cambio climático junto con las familias productoras de alimentos.
“Trabaja fundamentalmente medidas de adaptación de la agricultura familiar y se realiza en cuatro zonas de vulnerabilidad climática: uno en Colombia y otras tres áreas de intervención en Patagonia norte, en Córdoba y en Buenos Aires (cordón hortícola del Gran La Plata)”, destacó Diego Ramilo –miembro del centro de Investigación y Desarrollo Tecnológico para la Agricultura Familiar del INTA–.
“Hicimos un análisis de riesgo climático en talleres participativos analizando la realidad socioeconómica de 200 familias, y en base a eso percibimos varios riesgos climáticos relacionados sobre todo a eventos extremos como inundaciones o sequías”, explicó Iris Barth –miembro del grupo Resilientes del INTA-CIPAV–.
Las categorías definidas para trabajar los proyectos fueron biodiversidad, acceso al agua y fortalecimiento organizacional, en donde se trata de fortalecer el acceso a mercados de comercialización e información.
La sistematización de todo el proceso, tanto la parte del análisis de riesgo climático participativo con las familias productoras como la implementación de las medidas, tienen como fin producir un producto final que será entregado a los organismos públicos para planificar estrategias de adaptación y mitigación del cambio climático.
Para Ramilo, “el proyecto abrió un marco muy importante porque es la aplicación, ya con mirada en el servicio de extensión y de investigación institucional, de medidas que tienen que ver en la adaptación al cambio climático”.
Quintas con riego garantizado
Más del 70 % de las familias productoras del cinturón del Gran La Plata no son propietarias de las tierras que trabajaban, lo cual dificulta la inversión para instalaciones en el terreno. Además, tras un análisis participativo, se reconoció que las tormentas extremas son cada vez más frecuentes en la zona del cordón hortícola platense.
Entre los efectos de estos eventos climáticos se encuentran los cortes de energía eléctrica por caída de postes tras vientos fuertes, lo cual aumenta los riesgos y produce grandes pérdidas.
Bajo la necesidad de pensar estrategias para disponer de agua de modo constante, asegurar el insumo en todos los períodos, reducir el consumo energético para los periodos donde hay falta de electricidad, el proyecto de Euroclima logró instalar en 44 reservorios de agua en quintas de familias productoras de La Plata y Florencio Varela que permiten disponer de 40 mil litros a cada familia.
“Estos reservorios son una tecnología que está pensada y diseñada para que, en caso de que los productores tengan que irse, se puedan desarmar y se lo puedan llevar a otro campo”, explicó Marcos Hall –miembro del INTA IPAF Región Pampeana–. “Es un desarrollo que se ajusta a las necesidades reales del productor y que tiene una fácil implementación porque ya están conociendo la tecnología”, agregó.
Los reservorios se pueden cargar con agua proveniente de pozos a partir del uso de bombas de extracción con uso de energía. También pueden cosechar agua de lluvia si se aprovechan las canaletas en los invernaderos. Deber permanecer llenos para que, en caso de corte de suministro eléctrico, funcionen como un depósito que asegure la continuidad en la producción especialmente durante el verano.
Uso óptimo del agua
En el marco de la finalización de este proyecto, la emergencia hídrica fue el foco en la Patagonia. Charlamos con Paula Ocariz del INTA Bariloche para conocer las medidas implementadas a partir de la necesidad de proteger el agua, un recurso escaso en la región.
Los productores participantes del proyecto se dedican al cultivo de hortalizas en valles y a la ganadería ovina en zonas de pastizal natural de baja productividad. “Los mallines que son las áreas húmedas, en general no superan el 3 o 4 %, por lo que se trata de una zona árida”, mencionó Ocariz.
El objetivo busca que las familias puedan quedarse en el territorio y puedan trabajar su tierra para obtener verduras frescas y pasturas para sostener sus animales, así como acceder a algunos circuitos cortos de comercialización de ciudades cercanas.
“Estamos en emergencia hídrica tras más de 13 años de sequía continuos con algunas alternancias, con un volcán en el medio que sepultó vertientes, entonces eso genera claramente un contexto complejo en todo lo que tiene que ver con el acceso y el uso del agua”, dijo la investigadora.
La región es una estepa árida donde el régimen de precipitaciones varía de entre 150 a 300 milímetros anuales, allí se instalaron sistema de riego por goteo en los invernaderos y aspersores de baja presión para las pasturas y producción a campo.
También, contó que “se captaron cursos de agua que no estaban siendo utilizados porque la implementación de este tipo de medios es muy costosa para los productores, entonces el proyecto nos permitió mejorar el uso de esa agua y su almacenaje”.
Hortalizas frescas y a precio justo
Otro de los focos del proyecto apuntó al fortalecimiento organizacional de los productores de hortalizas en el cordón frutihortícola de La Plata. En términos de comercialización, las familias encuentran ahí una fortaleza para mantenerse incluso ante situaciones como eventos climáticos extremos que pueden llegar a poner en peligro su producción.
“Apuntamos a fortalecer en especial los circuitos cortos de comercialización que lo que hacen es acortar la brecha entre las familias que comercializan y los consumidores”, comentó Edurne Batista –extensionista del INTA IPAF Región Pampeana–.
Tras un proceso de creación compartida entre estudiantes de diseño, cooperativas, instituciones públicas y las familias productoras, se diseñaron bolsones de materiales resistentes para ser utilizados en la comercialización de verduras.
“Una de las medidas que hicimos fue desarrollar y producir envases retornables de hortalizas para fortalecer este circuito corto y también para preservar la calidad de las hortalizas recién cosechadas”, explicó. Entre otras cuestiones, se apuntó a la inocuidad de los materiales y la realización de un protocolo para el lavado y mantenimiento de los bolsones.
En septiembre del año pasado, el Senasa lo autorizó como “envase retornable multiespecie”, el primero de este tipo inscrito en el país. El bolsón es una modalidad en donde se comercializan entre 5 y 7 kilos de hortalizas de estación. Los precios de los mismos se debaten en una asamblea de la cual participan consumidores, fleteros, comercializadoras solidarias y productores, lo que garantiza que para cada sector haya una estabilidad económica.
A su vez, “desarrollamos unas mesas de envasado y empezamos a trabajar en el análisis microbiológico y de calidad de estas hortalizas”, agregó Batista. Desde la cosecha, hasta que llegan al consumidor pasan menos de 24 horas, lo que asegura la frescura de las verduras.