Robert Marsh, University of Southampton
Entre las noticias sobre olas de calor letales en el hemisferio norte, surge la desalentadora perspectiva de un desastre climático a una escala mucho mayor. Nuevos hallazgos publicados en Nature Communications sugieren que la circulación de retorno meridional del Atlántico, o AMOC (por sus siglas en inglés), podría colapsar en las próximas décadas –quizás incluso en los próximos años– llevando el clima europeo a extremos aún mayores.
La AMOC es un sistema de corrientes en el Atlántico que lleva el agua caliente hacia el norte, donde se enfría y se hunde. Es una de las principales razones por las que el clima europeo se ha mantenido estable durante miles de años, aunque resulte difícil reconocer este verano caótico como parte de esa estabilidad.
Hay mucha incertidumbre en estas últimas predicciones y algunos científicos están menos convencidos de que un colapso sea inminente. Además, la AMOC es sólo una parte del sistema más amplio de la corriente del Golfo, gran parte del cual está impulsado por vientos que seguirán soplando aunque la AMOC colapse. Así que parte de la corriente del Golfo sobrevivirá a un colapso.
Llevo décadas estudiando los vínculos entre las corrientes atlánticas y el clima y sé que un colapso de la AMOC provocaría un caos climático aún mayor en toda Europa y más allá. Como mínimo, es un riesgo que merece la pena conocer.
La AMOC ayuda a mantener Europa cálida y estable
Para apreciar hasta qué punto la AMOC influye en el clima del Atlántico nororiental, considere cuánto más cálidos se sienten los europeos del norte en comparación con los habitantes de latitudes similares en otros lugares. Los siguientes mapas muestran cómo las temperaturas superficiales del aire se apartan de la media en cada latitud y destacan los patrones de puntos cálidos y fríos en todo el planeta:
Lo más llamativo en el invierno boreal (enero) es una mancha roja centrada al oeste de Noruega, donde las temperaturas son 20 °C más cálidas que la media de la latitud, gracias a la AMOC. El Pacífico nororiental –y, por tanto, el oeste de Canadá y Alaska– disfruta de un calentamiento más modesto de 10 °C debido a una corriente similar, mientras que los vientos predominantes del oeste hacen que el Atlántico noroccidental y el Pacífico noroccidental sean mucho más fríos, al igual que las masas de tierra adyacentes del este de Canadá y Siberia.
El tiempo y el clima de Europa –y del norte de Europa en particular– varían mucho de un día para otro, de una semana para otra y de un año para otro, con masas de aire que compiten entre sí (cálidas y húmedas, frías y secas, etc.) ganando o perdiendo influencia, a menudo guiadas por la corriente en chorro a gran altitud. Los cambios meteorológicos y climáticos pueden desencadenarse por fenómenos que ocurren muy lejos, sobre el océano.
Cómo se relacionan las temperaturas oceánicas con el tiempo
En los últimos años, Europa ha sido testigo de fenómenos meteorológicos especialmente inusuales, tanto en invierno como en verano. Al mismo tiempo, han aparecido patrones peculiares de las temperaturas de la superficie del mar en todo el Atlántico Norte.
En grandes zonas del océano, desde los trópicos hasta el Ártico, las temperaturas se han mantenido entre 1 °C y 2 °C por encima o por debajo de los niveles normales durante meses o incluso años. Estos patrones parecen ejercer una fuerte influencia en la atmósfera, llegando incluso a influir en la trayectoria y la fuerza de la corriente en chorro.
Hasta cierto punto, podemos atribuir algunos de estos patrones de temperatura de la superficie del mar a un AMOC cambiante, pero a menudo no es tan sencillo. No obstante, la asociación de estaciones y climas extremos con temperaturas del mar inusuales puede darnos una idea de cómo el colapso de la AMOC podría alterar el statu quo. He aquí tres ejemplos.
El norte de Europa experimentó sucesivos inviernos severos en 2009/10 y 2010/11, atribuidos posteriormente a una breve ralentización de la AMOC. Al mismo tiempo, el calor se había acumulado en los trópicos, alimentando una temporada de huracanes inusualmente activa de junio a noviembre en 2010.
A mediados de la década de 2010 se formó una “mancha fría” en el Atlántico Norte, que alcanzó su punto más extremo en el verano de 2015, cuando coincidió con olas de calor en Europa central y fue una de las únicas partes del mundo más frías que su media a largo plazo.
La mancha fría se parecía sospechosamente a la huella dactilar de una AMOC debilitada, pero mis colegas y yo atribuimos posteriormente este episodio transitorio a influencias atmosféricas más locales.
En 2017, el Atlántico tropical volvió a ser más cálido que la media y, una vez más, se produjo una temporada de huracanes inusualmente activa, aunque la AMOC no estuvo tan claramente implicada como en 2010. El calor extensivo al noreste a finales de 2017 pudo haber sostenido el huracán Ophelia, emergiendo alrededor de las Azores y tocando tierra en Irlanda en octubre.
Basándonos solo en estos pocos ejemplos, podemos esperar que una reorganización más sustancial de las temperaturas superficiales del Atlántico Norte tenga profundas consecuencias para el clima en Europa y más allá.
Unas temperaturas oceánicas más extremas pueden alterar los sistemas meteorológicos impulsados por el calor y la humedad del mar: cuando y donde las temperaturas aumenten por encima de los extremos actuales, las tormentas atlánticas pueden volverse más destructivas. Unas pautas de temperatura oceánica más extremas podrían influir aún más en las trayectorias de los huracanes tropicales y en la corriente en chorro, enviando las tormentas a destinos cada vez más improbables.
Si la AMOC colapsa, podemos esperar mayores extremos de calor, frío, sequía e inundaciones, una serie de “sorpresas” que exacerbarán la actual emergencia climática. Los impactos climáticos potenciales, sobre todo en Europa, deberían añadir urgencia a nuestra toma de decisiones.
Robert Marsh, Professor of Oceanography and Climate, University of Southampton
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.