El fuego destruyó 4.141 km² de selva y otros 6.484 km² de pasturas y de cultivos entre 2003 y 2019 en la zona conocida como Boca do Acre
AGENCIA FAPESP/DICYT – Un área de selva amazónica equivalente a casi dos veces el territorio de Luxemburgo fue devastada por el fuego en el sudoeste del estado de Amazonas, en la región norte de Brasil, entre los años 2003 y 2019, incluidos en parte nueve municipios que aparecen en las peores ubicaciones en los indicadores de desarrollo sostenible del país. Esa zona también venía sufriendo la presión del desmonte. Y el proceso se agrava con la extracción ilegal de madera y otras actividades ligadas a la producción agropecuaria a lo largo de las dos carreteras que la atraviesan.
En el referido período de tiempo, los incendios arrasaron 4.141 kilómetros cuadrados (km²) de selva, de los cuales 3.999 km² eran de vegetación nativa (primaria). Al analizar en detalle los datos por año, el área afectada por el fuego varió de 33 km² en 2011 hasta el pico de 681 km² en 2019. Asimismo, un total de 6.484 km² de pasturas y de cultivos se quemaron durante esos 16 años.
Estos datos integran un estudio publicado en la revista Fire por científicos del Centro Nacional de Monitoreo y Alertas de Desastres Naturales (Cemaden) y del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe), ambas instituciones brasileñas, en colaboración con universidades e institutos de investigación del país y del exterior.
De acuerdo con dicho trabajo, cuyo enfoque principal recae sobre el municipio de Boca do Acre, en el estado de Amazonas, la pérdida de la vegetación ocasionada por la deforestación tiende a intensificar el surgimiento de incendios, lo que resulta en una conversión del paisaje de selva en áreas agrícolas y de pasturas, principalmente cerca de las carreteras BR-317 y BR-364.
Factores temporales, como el agravamiento de la estación seca o la mayor frecuencia de eventos extremos, también influyeron y propiciaron la propagación del fuego provocado por el manejo humano. Normalmente, las áreas deforestadas previamente funcionan como combustible de los incendios debido a la acumulación de materia orgánica.
Por otra parte, las áreas protegidas, que comprenden unidades de conservación y las tierras indígenas (TI), hicieron las veces de barrera de contención ante la devastación de la selva. Entre 2003 y 2019, se quemó el 1,3 % de las mismas, es decir, 189,13 km², la mayor parte en las tierras indígenas (TI) Boca do Acre y Apurinã, cercanas a carreteras y propiedades rurales.
“Nuestro trabajo registra la extensión y las tendencias de surgimiento de fuego con relación a los cambios en la cobertura del suelo y del clima, y apunta áreas prioritarias de preservación. También analizamos la susceptibilidad al fuego de los fragmentos forestales públicos no destinados, tierras del Estado brasileño que aguardan una destinación, aledañas a propiedades rurales. Y esto es preocupante. Las nuevas áreas de desmonte se ubican cada vez más cerca de áreas protegidas, con lo cual las dejan más vulnerables todavía”, afirma la ingeniera ambiental y salubrista Débora Dutra, colaboradora del Cemaden. Dutra es la autora principal del artículo y es becaria de la FAPESP.
Para la investigadora del Cemaden Liana Anderson, directora de la investigación de Dutra, aparte de efectuar una evaluación vasta de las áreas quemadas, este estudio permite entender el proceso ígneo en la zona. “A esa área se la denomina nueva frontera de la deforestación. Hubo una primera ola, que fue tragándose la selva partiendo desde el estado de Mato Grosso [en la región centro-oeste de Brasil], y ese frente avanzó. Ahora lo vemos un poco más arriba, entrando en el estado de Amazonas. Esa área sufre presiones, pero, por otro lado, las unidades de conservación y las tierras indígenas han servido como barreras, con lo cual se pone de relieve su importancia para el mantenimiento de la selva y de su sociobiodiversidad”, añade. La investigación también contó con el apoyo de la FAPESP en el marco de otros dos proyectos (20/08916-8 y 20/15230-5).
La zona
El municipio de Boca do Acre y el vecino Lábrea ocupan el tercero y el segundo lugar respectivamente con los peores indicadores de desarrollo sostenible entre las 5.570 ciudades brasileñas, detrás únicamente de Santana do Araguaia, en el estado también norteño de Pará. Y figuran también entre los líderes de deforestación en el estado de Amazonas.
Para esta investigación, los científicos analizaron datos de Boca do Acre y un buffer de 25 km ubicado alrededor de los lindes del municipio, con partes de Lábrea, Pauini, Acrelândia, Senador Guiomard, Porto Acre, Bujari, Sena Madureira y Manoel Urbano. Y el mismo abarca siete TI –Apurinã, Boca do Acre, Camicuã, Igarapé Capana, Inauiní/Teuiní, Peneri/Tacaquiri y Seruini/Mariene– y tres unidades de conservación: la Reserva Extractiva Arapixi, Mapiá-Inauiní y el Bosque Nacional de Purus.
Aparte de datos e imágenes satelitales, se incluyó información del Catastro Ambiental Rural (CAR), que suministra polígonos que representan a las propiedades rurales privadas en Brasil. Como en la Amazonia es común la invasión ilegal de terrenos públicos por apropiadores de tierras, los investigadores efectuaron ajustes con miras a evitar la superposición de inmuebles.
“Un dato muy interesante registrado en esa zona es el rápido y continuo crecimiento de áreas afectadas por el fuego dentro de bosques públicos no destinados, fundamentalmente a partir de 2012, con la aprobación del Código Forestal. A mi entender, existe una inteligencia que opera para identificar exactamente esos lugares, que poseen poca o una menor gobernanza, razón por la cual quedan bastante vulnerables y se convierten en foco de actividades seguramente ilegales, puesto que son áreas que actualmente aguardan destinación”, dice Anderson. Ella es una de las principales investigadoras brasileñas en el área de impactos de los fenómenos climáticos y los incendios en la Amazonia, y tomó parte en otros trabajos publicados el año pasado en los que se abordó el tema.
En uno de ellos, publicado en la revista Nature Ecology & Evolution, se consignó que el acumulado de focos de calor en la Amazonia brasileña en agosto y septiembre de 2022 fue el mayor desde el año 2010. Aparte del volumen récord, superior a 74 mil focos, el grupo verificó que su causa no estuvo relacionada con la sequía extrema, como 12 años antes, sino con acciones humanas recientes de deforestación (lea más en: agencia.fapesp.br/40705/).
El uso humano descontrolado del fuego también fue la principal influencia, superando a las sequías, en los incendios registrados entre 2003 y 2020 en toda la Amazonia, lo que abarca no solamente el territorio brasileño, sino también a otros ocho países por los cuales se extiende la selva, de acuerdo con otro artículo, publicado el año pasado en Global Ecology and Bigeography. En promedio, el 32 % de las áreas quemadas anualmente en el bioma correspondió a tierras de producción agropecuaria (dominadas por pasturas), seguidas por praderas naturales (29 %) y áreas de bosque maduro (16 %). Al evaluar la deforestación y las anomalías de déficit hídrico, el primer factor contribuyó más que el segundo con los incendios durante el período analizado (lea más en: agencia.fapesp.br/39976/).
El futuro
La Amazonia es la más grande y más biodiversa selva tropical del mundo, y cumple un importante papel en la regulación del clima global, lo que incluye a los llamados “ríos voladores”, cursos de agua invisibles que circulan por la atmósfera. Los árboles de la selva efectúan una especie de “reciclado” a través de la evapotranspiración, es decir, el agua de las lluvias que permanece retenida en las copas de los árboles que se evapora y permanece en la atmósfera en forma de humedad.
Así y todo, la deforestación contribuye a la alteración de ese ciclo de las lluvias, provocando la intensificación de la estación seca a escala local y aumentando la extensión de la vegetación nativa afectada por los incendios forestales. De acuerdo con las investigadoras, de no contenerse la deforestación, la perspectiva para los próximos años indica un aumento del área quemada en la región.
El estudio pone de relieve la importancia de la preservación de las unidades de conservación, las tierras indígenas y la vegetación nativa para frenar la caída de la selva. Existe una necesidad de incluir estimaciones de riesgo de incendios e impacto con los climas actuales y proyectados hacia el futuro en políticas públicas orientadas a la Amazonia, para evitar la pérdida de sus servicios ecosistémicos.
“Los debates concernientes a las políticas públicas orientadas hacia la región deben incluir temas como el avance de los incendios, actualizaciones de los planes de manejo del fuego y la protección de las áreas de preservación”, sostiene Dutra.