Los incendios en la Amazonia se vinculan más al uso del fuego en pasturas y al desmonte que a la sequía


Científicos brasileños realizaron una investigación en cuyo marco se analizaron focos ígneos entre los años 2003 y 2020 en los nueve países por los que se extiende la Selva Amazónica


AGENCIA FAPESP/DICYT – Un estudio realizado en Brasil muestra que el uso descontrolado del fuego por el hombre tuvo una mayor influencia que la sequía en los incendios registrados en toda la Amazonia entre los años 2003 y 2020. Según sus autores, los períodos con alta cantidad de focos de incendios se relacionan en mayor medida y mayoritariamente con las quemas agrícolas y con la deforestación que con las condiciones de sequía extrema.

En promedio, el 32 % de las áreas quemadas anualmente en el bioma correspondió a tierras agrícolas (dominadas por pasturas), seguidas por las praderas naturales (un 29 %) y las áreas de bosques maduros (el 16 %). Al evaluar la deforestación y las anomalías de déficit hídrico, el primer factor contribuyó más que el segundo con relación a los incendios durante el período analizado.

Asimismo, al innovar y extender el enfoque de análisis a las regiones amazónicas de los nueve países que tienen parte de esta selva en sus territorios, el trabajo mostró que Brasil y Bolivia respondieron juntos por la mayor parte de las detecciones anuales de focos de fuego en el período. Esto representa en el caso brasileño y en promedio más de la mitad de las áreas quemadas anualmente en la Amazonia, y en tierras bolivianas, alrededor de una tercera parte.

Si bien el 63 % de la Amazonia se encuentra en territorio brasileño, la selva se extiende por Perú, Bolivia, Colombia, Venezuela, Surinam, Guyana, la Guayana Francesa y Ecuador, con un área total de alrededor de 6.670.000 kilómetros cuadrados (km²) si se considera el límite de la Amazonia lato sensu. El estudio contó con la participación de científicos del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe), del Centro Nacional de Monitoreo y Alertas de Desastres Naturales (Cemaden) y de la Universidad Federal de Maranhão (UFMA). Este artículo integra una edición especial de la revista científica Global Ecology and Biogeography que apunta a debatir la creciente amenaza de incendios forestales en el mundo.

Actualmente, Brasil ha vuelto a registrar una elevada cantidad de incendios en la Amazonia: el acumulado de los nueve primeros meses de este año, especialmente en agosto y septiembre, fue el peor desde 2010, cuando se registraron 102.409 focos, de acuerdo con datos del Programa Quemadas, del Inpe. Simultáneamente, a partir de 2019, las tasas de deforestación en el bioma han alcanzado los mayores niveles desde 2009, excediendo anualmente los 10 mil km² de bosques deforestados. Esta tendencia viene manteniéndose este año, de acuerdo con los alertas del DETER, el sistema de detección del Inpe.

“La literatura científica sobre los incendios en la Amazonia estaba más centrada en el territorio brasileño. Extendimos este enfoque a los otros países, en busca de entender en dónde está siendo más crítica la actividad del fuego y merece atención, con la mira puesta en las diferentes coberturas y los diversos usos del suelo. Detectamos que la agricultura, especialmente en Brasil, en donde mayoritariamente corresponde a pastizales, adopta el fuego como técnica de renovación de la vegetación, pero sin un manejo adecuado. De este modo, el riesgo de escapar de control y llegar a la selva es grande”, sostiene Marcus Vinicius de Freitas Silveira, doctorando en la División de Observación de la Tierra y Geoinformática (DIOTG-Inpe) y autor principal del trabajo.

Para el investigador Luiz Eduardo Oliveira e Cruz de Aragão, jefe de la DIOTG-Inpe y uno de los autores del artículo, este trabajo generó avances al concretar la ampliación del área geográfica analizada y abarcar casi 20 años de datos. “Con ese largo período, logramos identificar anomalías dentro de la serie temporal, como en 2020. Los resultados muestran la propagación del uso del fuego en toda la Amazonia tanto en procesos destinados a la tala y la quema de bosques como a la continuidad del manejo de pasturas”, añade.

Oliveira e Cruz de Aragão coordina el grupo TREES (Tropical Ecosystems and Environmental Sciences lab) y participa en el Programa FAPESP de Investigaciones sobre Cambios Climáticos Globales (PFPMCG), en el marco del cual se llevó a cabo el estudio. La financiación se concretó mediante tres proyectos (16/02018-2 20/16457-3 20/15230-5). Tal como lo sostuvo el investigador, 2020 apareció como una de las “anomalías de la serie temporal”. De acuerdo con el estudio, ese año, que coincide con un debilitamiento de las operaciones de control ambiental, derivadas entre otros motivos de la pandemia de COVID-19, el área quemada fue la mayor desde el año 2010 en la selva amazónica.

Los incendios sin precedentes también afectaron al bioma de humedales del Pantanal en 2020. Ese año, el mismo experimentó un achicamiento de la superficie hídrica un 34 % superior al promedio anual, de acuerdo con un trabajo publicado en julio por investigadores entre los cuales se contaban Oliveira e Cruz de Aragão y la científica Liana Anderson, otra autora del trabajo sobre la Amazonia.

Al igual que en la selva tropical, en el Pantanal los incendios fueron una consecuencia de la intensificación de las actividades humanas relacionadas con el fuego. De los focos de incendios en 2020, el 70 % se registró en propiedades rurales, el 5 % en Tierras Indígenas y el 10 % en áreas protegidas, tal como se demostró en la investigación, que también contó con el apoyo de la FAPESP.

Según Liana Anderson, la principal acción a corto plazo para disminuir el riesgo de incendios forestales en la Amazonia consiste en extinguir la deforestación ilegal en la región y atacar los problemas concernientes a la apropiación de tierras. “Concomitantemente a esto, la capacitación y la diseminación de técnicas de manejo de la tierra libre del uso del fuego son cruciales para minimizar el riesgo creciente de surgimiento de grandes incendios. Tanto el paisaje cada vez más fragmentado como un clima más cálido y con menos lluvias derivan en un aumento de la inflamabilidad”, dice la científica.

El investigador Celso Silva-Junior destaca la situación de Maranhão, estado brasileño localizado en la zona de transición entre el bioma amazónico y el Cerrado, la sabana nacional, que también experimentó un aumento del 18 % en los focos de calor entre enero y septiembre de este año en comparación a idéntico período de 2021. “Tal como se sostiene en nuestro artículo, la actividad reciente del fuego en esta región está íntimamente ligada a la deforestación, inducida no solamente por los retrocesos ambientales federales, sino también por los retrocesos a nivel estadual.”

Los impactos

El fuego se ubica entre los principales tipos de trastornos responsables de la degradación en la Amazonia, con impactos negativos en la estructura y en la dinámica de la selva. Estos efectos pueden comprometer las existencias de carbono y la capacidad de los árboles para capturar CO2. Los incendios tienen efectos también sobre la salud de los habitantes de la región, al acentuar la polución del ambiente y con ello provocar internaciones ocasionadas por enfermedades respiratorias. Un informe elaborado por el Instituto de Estudios para Políticas Sanitarias (Ieps) en colaboración con el Instituto de Investigaciones Ambientales de la Amazonia (Ipam) y Human Rights Watch indicó que los incendios asociados a la deforestación en la Amazonia causaron 2.195 internaciones por enfermedades respiratorias en 2019, de las cuales el 49 % correspondió a personas de 60 años o más, y el 21 % a bebés de hasta un año.

También en 2019, el 19 de agosto, el humo de los incendios en la selva amazónica fue en parte responsable de transformar en noche la tarde de São Paulo, que se ubica a alrededor de 2.700 kilómetros en línea reta al sudeste de la ciudad de Manaos, la capital del estado brasileño de Amazonas: la polución se sumó a un fenómeno provocado por nubes cargadas muy bajas que escondieron la luz del Sol (lea más en: agencia.fapesp.br/31328/).

Datos

En la investigación publicada en Global Ecology and Biogeography, el grupo tuvo en cuenta series temporales de detección de focos ígneos y áreas quemadas efectuando un cruzamiento anual de las zonas afectadas con los diversos tipos de uso y de cobertura de la tierra. Asimismo, el territorio de la Amazonia quedó dividido retículas (de 10 km por 10 km) que identifican anomalías anuales en la existencia de focos ígneos, precipitaciones pluviométricas, máximo déficit hídrico acumulado y deforestación.

Los resultados mostraron que entre los años 2003 y 2020, en promedio, Brasil concentró por sí solo el 73 % de las detecciones anuales de focos ígneos en la Amazonia, seguido por Bolivia, con el 14,5 %, y Perú con el 5,3 %. Al dividir los focos de fuego de cada región amazónica por el área total, surge que la mayor densidad se registró en Bolivia, con un promedio de seis focos cada 100 km²/año, con Brasil a continuación, con tres por 100 km²/año.

Los episodios fueron mayores en la década de 2000, asociados a elevadas tasas de deforestación en la Amazonia brasileña, con valores más bajos entre 2013 y 2014, y aumentaron nuevamente durante los años siguientes. En términos de área quemada, Brasil y Bolivia contribuyeron en promedio con el 56 % y el 33 % respectivamente del total anual en la Amazonia a lo largo de la serie. Venezuela y Colombia se ubicaron a continuación con alrededor del 4 % cada país. Si bien Perú representa la tercera región amazónica en relevancia de focos, registró tan solo el 0,63 % del total anual de áreas quemadas.

Cuando los científicos analizan el tipo de uso del suelo, las tierras agrícolas (cultivos y pasturas), los pastizales naturales, los bosques maduros y las áreas húmedas fueron los que más se quemaron en el transcurso de la serie histórica: lo fueron en promedio en un 32 %, un 29 %, un 16 % y un 13 % respectivamente del área total anual quemada. Las tierras agrícolas también compartieron la mayor proporción del área total anual quemada en la región amazónica de Brasil (un 48 %) y de Perú (un 51 %), mientras que los bosques maduros fueron la principal en Ecuador (un 76 %) y otras áreas húmedas en Guyana (un 46,5 %).

“Si pensamos que el fuego es una herramienta de gestión de las áreas abiertas destinadas a la agricultura, ya sea para el plantío o para el apacentamiento de ganado, notamos que esta técnica constituye un riesgo y no solamente para la selva y su biodiversidad sino también para la propia evolución de la agricultura hacia un sistema más sostenible en la zona. La solución pasaría por apuntar a una planificación estratégica del uso de la tierra, con la implicación de diversos niveles gubernamentales y de la sociedad, que comprendiese la capacitación de personas y facilidades para el empleo de técnicas más avanzadas”, dice Oliveira e Cruz de Aragão.